"Tinelli, en cambio, es peor que el paco. Con alguien que está fumando paco quizás puedas conversar, pero con el que está mirando Tinelli, seguro que no. Es de terror".
Del director de cine Luis Ortega al diario Perfil.
Luis Ortega acaba de filmar un guión basado en un cuento del japonés Yukio Mishima, llamado Muerte en el estío, una sutil y a la vez trágica crónica de un doloroso drama familiar: un matrimonio pierde dos hijos en un incidente ocurrido en una playa, y a partir de allí se produce una enorme transformación en la vida de esa madre desesperada que “va profundizando gradualmente la locura de la pérdida a lo largo de la historia".
Decía Walter Benjamín que un libro de citas de otros, sería un libro perfecto, ya que estas enriquecen lo nuestro y convierten nuestra obra en una “obra colectiva”. Lejos de la perfección se encuentra esta iniciativa, pero si vale como lugar donde compartir distintos textos, con el sentido de entender este día a día que nos toca en el mundo. La intención no será cambiarlo, sólo la de tratar de entenderlo.
martes, marzo 2
lunes, marzo 1
La Tierra está enojada porque vivimos en la Luna
Por Esteban Peicovich
Nuestro mayor disparate es vivir en la Tierra y "estar" en la Luna. Y así nos va. En los tiempos de los cultos neanderthales, Gea o Gaia era celebrada por mágica y materna. Ahora es la Cenicienta del espacio. Un potrero del sistema solar. La Tierra 2010 desfallece en el Cosmos convertida en estación de servicio, patio trasero, supermercado o planeta cobayo.
Le suceden cientos de apocalipsis al día y solo la cuida un greenpeace. Se la ignora hasta el absurdo de llamarla Tierra cuando lo justo sería sincerarla como Planeta Agua que es. Nuestro descuido por su salud es criminal. Enviamos cohetes con barbijos para preservar la pureza del polvo lunar mientras dejamos que un cisterna de 18 metros prepotee sobre ella cargado de aeronafta.
Son ya miles los años dedicados a oficializar esta crueldad. Otro tanto, a impedir se consagre una moral que contenga a todos los seres vivos por igual. En todo este tiempo, pinos, insectos, ballenas, pájaros, rosas y hasta la rata, han ejercido su rol con una conmovedora responsabilidad. Nosostros no. Entre nos, lo extraterrestre difuso cotiza más que lo aborigen cierto. Hasta los poetas le han cantado mas a la Luna que a la Tierra.
Chapitas espaciales, nos atrae más zambullirnos en lo remoto para dar con gente improbable, que tocar el timbre del vecino y sorprenderlo con un “Voy al mercado. ¿Necesitan algo?” Nos va más el más allá. Estirar el cuello hasta las vecindades del Sol, llenar de botellas el cosmos, coleccionar chismes celestes, acariciar la piel achicharrada de Marte.
Mientras tanto, al planeta que lo creme el rayo ultravioleta, le defolien el pulmón vegetal, le empetrolen el mar. Planeta golpeado, Gaia sobrevive por milagro a ese depredador llamado Historia que consiste en oleadas de sangre y olvido corriendo embretadas por avenidas a las que se las denomina (vaya chiste) civilización tal o civilización cual. Quienes pasan por ser sus más conspicuos héroes, lo fueron por dedicar afán y siglos, a perturbar el equilibrio del magma, del hielo, del mar, de la lava, de las fechas de las estaciones.
Todo con ojo frío, marciano, ajeno, y experimentos de terror, como el del átomo. Una es la gloriosa aventura de conocer ríos, crisantemos o pájaros. Otra, ofender la vitalidad de la Tierra que además de portarnos como pasajeros incorregibles, debe cumplir agendas que le marca el sistema solar.
Girar como lo hace "vestida"de perpetuo azul y cada tanto, como estos días, obligada por leyes solares a liberar energía, acomodar los tensores de la gravedad o (lo peor) reaccionar a tiempo ante el despropósito creciente de los 7.000 millones de dementes que la roen.
Cielo y tierra no entran en la mirada, y mucho menos en el universo interior, de este bicho humano que la estraga de polo a polo sin advertir que lo que le ocurre al mundo se deposita al instante en su mesita de luz. Para el animal posmo globalizado solo pesa el versículo"Por cuatro días locos que vamos a vivir".
Frase de tan alta contaminación que anula todo intento de fraguar una mínima cosmogonía, sencillita, de entrecasa, para ir esbozando (aunque sea con los dedos sobre la arena) un proyecto que bien pudiera llamarse "Génesis Dos". O aun mejor. "Hay que salvar la casa"
Como canta Franco Battiatto, lo que realmente somos, es “Provincianos de la Osa Menor/ vestidos de gris claro/ siguiendo cierta ruta en diagonal/ por la Vía Láctea”. Ser chino, lapón, keniata o lechero en Arkansas es apenas un matiz. Viajamos juntos. Codo a codo. Día a día. Basta un terremoto para que aullemos en igual racimo y en el mismo acorde. Habrá que bajar de la Luna y repoblar la Tierra. Y sentirnos viajeros del cielo, como Pascal,que lloraba al admirar el "techo" de la noche.
Especial para Perfil.com
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