viernes, enero 29

Dosis de Mafalda...

Murió Jerome David Salinger

Por Bernabé Tolosa

Hace relativamente poco que me crucé con un libro de Salinger. Es más, fue luego de escuchar la recomendación de Juan Sasturain en su programa "Ver para Leer". al sentir tanta pasión puesta en el comentario, fui rapidamente a tratar de conseguir un ejemplar de los Nueve cuentos. Me duró, realmente, pocos días. Luego vino el Guardian del Centeno, casi como buscando algo más de Salinger, lo cual ya era mucho pedir. Pero debo confesar que un ingrediente extra fue su condición de alguien público, que no se dejó ver por mucho tiempo.
Se da una triste oportunidad para releerlo y esperar sus obras aun no publicadas. A no desaprovecharla, no habrá arrepentimiento.

Un breve homenaje, de los tantos que saldrán por estos días...

El misterio del encierro

Por Eduardo Fabregat, para Página 12

En el maldito diciembre de 1980 hubo muchas incomprensiones, y una de ellas incluyó a J. D. Salinger. Si de por sí nadie podía comprender que alguien esperara a John Lennon en la puerta del Dakota con un revólver en el bolsillo, menos aún se entendió que en el otro bolsillo llevara The catcher in the rye. Mark David Chapman estaba loco, de eso no había dudas; pero de todos modos fueron muchos los que se lanzaron a buscar una copia de El cazador oculto para tratar de buscar esas supuestas “claves” que indicaban la necesidad del beatlecidio. Esas pistas sólo existieron para el asesino, claro. Y Salinger, ya aislado del mundo, no iba a asomar su nariz justo para refutar tamaña tontería. Lo cierto es que, de ese modo tan retorcido, la figura del escritor, tan alejada del género, quedó inscripta en los libros de rock.

Y sin embargo... hay algo del misterio–Salinger que puede resonar en la cabeza del rocker informado. La actitud del escritor, ese cagarse en todo, en las sirenas que le canturreaban sueños de fama y dinero literarios, cerrar su casa de un portazo y negarse al vínculo exterior, bien podría haber servido de ejemplo al Elvis Presley enclaustrado en Graceland. O a ese Syd Barrett bajo una doble llave, encerrado en su mente y en la casa de su madre: aquella imagen del ex Pink Floyd sacando la basura parece análoga a esa instantánea de un Salinger furioso por la aparición del enésimo paparazzo, una imagen robada al enigma. Salingerianas fueron también las bruscas desapariciones de Leonard Cohen, internado en un monasterio, o del Beach Boy Brian Wilson, no sólo metido en su casa sino directamente en la cama. El mismo Lennon, justo él, supo guardarse cinco años tras su lost weekend, un retiro en familia del que salió para ser asesinado. En cada músico que se oculta del ojo público, sea Axl Rose con su disco interminable o el Indio Solari en su mítica quinta, hay algo de Salinger. ¿Una asociación caprichosa? Puede ser. Tanto como suponer que un tal Caulfield estaba diciendo que había que liquidar a los falsos ídolos.

jueves, enero 28

La antena y la pantalla

Al consultarle sobre las principales modificaciones que sufrió la radiofonía en estos 25 años en que La venganza será terrible se mantuvo al aire, Dolina señala que no cree que haya habido cambios drásticos, aunque sí dos hechos que condicionaron su de- sarrollo. “Parece haber menos plata que antes, y menos hombres de radio manejando las emisoras: la mayoría de las empresas están dirigidas por gente que no tiene idea del medio, que vienen de otros negocios y un día se les ocurrió invertir en medios. Antes ocurría, pero menos”, aclara. ¿Por qué ahora hay mayor injerencia en la radio de empresarios que desconocen el medio, si la radio representa cada vez menos desde el punto de vista de un gran negocio? “Lo que pasa –reflexiona– es que ahora la radio significa mucho más desde el punto de vista del poder. Los tipos que tienen radio la necesitan para un proyecto político. Y que esos tipos no sean hombres de radio determina el hecho artístico. Cada vez hay menos diseño de programación, para lograr una audiencia coherente y que no se produzcan migraciones en masa, para que no tenga que haber un éxodo jugueño cada vez que finaliza un programa. Las programaciones se convirtieron en apartamentos vacíos que son amoblados de cualquier manera. Eso produjo un caos en las emisoras.” Pese a ese estado de cosas en el que se privilegia lo económico a lo artístico, en su opinión la radio sigue teniendo más calidad que la TV. “A veces me gusta explicarlo diciendo que la radio es más barata y se puede experimentar gratuitamente. Otras tiendo a creer que siendo la palabra el vehículo de la inteligencia, por su naturaleza la radio permite más lugar al pensamiento que la TV, pendiente de la imagen, de lo concreto más que desde lo abstracto. La radio es mejor que la TV, posibilita la reflexión, la charla con interés filosófico; no transmite almuerzos con figuras mediáticas.”

Fuente: Página 12

martes, enero 26

Apuntes nómadas

Por Ryszard Kapuscinski

Simplificando mucho, hoy la situación que atraviesa la literatura se me aparece así: por una parte tenemos la literatura de ficción que cada vez se concentra más en la vida interior, en la psique del individuo. El punto de partida es siempre la persona aislada. Hoy domina
el interés por la vida interior y sus relaciones con la de los otros, y con estas relaciones se suele designar en nuestra tradición las relaciones con otros seres cercanos, con la esposa, el vecino, amantes y amigos. En el polo opuesto del espectro literario tenemos las noticias: informes duros, breves, simples. ¿Hay un punto intermedio? Entre uno y otro hay un considerable vacío sobre el que yo decidí trabajar. Para poder describir el clima o el ambiente, los sentimientos y afectos de los seres humanos hay que servirse de los logros de la literatura de ficción. Y, sin embargo, las noticias hablan de lo más importante: la creación de la historia.
La capacidad de retentiva del hombre es cada vez más escasa. Hoy asistimos a la desaparición de la conciencia histórica. La historia se sustituye por el collage. Las generaciones en proceso de maduración apenas saben lo que ocurrió hace veinte años. Este es un fenómeno enteramente nuevo. Esa ruptura con el pasado sugiere la pregunta de cómo escribir con este trasfondo para que al día siguiente no se convierta en papel de desecho. A principios de diciembre de 1991, mientras escribía «Imperio», tuve que viajar a Nueva York para investigar. En los escaparates de las librerías descubrí una cantidad ingente de títulos nuevos sobre si la política de Gorbachov sería capaz, y cómo, de garantizar la pervivencia de la Unión Soviética.
Su fecha de aparición se transformó en la fecha de su declive.
¿Cómo evitar que la propia escritura se vuelva obsoleta tan rápidamente? Mi respuesta a esta cuestión es la "ensayificación" de mi prosa. Thomas Mann, y sobre todo sus novelas «La montaña mágica» y «Doctor Fausto» fueron par mí decisivos en este sentido.
Hoy la imagen la ocupa el televisor y así seguirá siendo. Si queremos utilizar en la prosa la descripción de una imagen, dicha descripción sólo será eficaz si la imagen se convierte en punto de partida de una reflexión. En mis reportajes utilizo exclusivamente aquellas imágenes que ofrecen un trasfondo de reflexión. La televisión ofrece incesantemente imágenes del mundo, pero es incapaz de acompañarlas de reflexión. La solución sólo puede radicar en
esta vinculación de imagen y reflexión. Uno ve una determinada imagen y trata de explicar lo que no muestra y, al tiempo, esa imagen es la única clave de dicha reflexión.
Hoy el autor escribe después de haber leído infinidad de libros, de haber absorbido una infinidad de opiniones distintas y de meditar sobre las cuestiones más diversas desde múltiples perspectivas. Ladistinción entre lo que es cosecha propia y lo que se absorbe de fuera
resulta cada vez más difícil. Y, así cada vez somos más compositores o arquitectos. Nuestra visión del mundo adquiere involuntariamente rasgos cubistas. Inconscientemente, participamos de un proceso creativo colectivo. Resulta prácticamente imposible saber quién escribe a partir de un yo auténtico. Ese yo auténtico ya no existe, ese yo femenino, masculino, o neutro, ha dejado, en rigor, de existir. La cuestión del talento y la individualidad se reduce cada vez más a una cuestión de selección, aprovechamiento, traslación de material y de cómo dotarlo de rasgos individuales.