Finalmente se reglamentó la ley que crea la Cinemateca y el Archivo de la Imagen Nacional, que iniciará una labor pendiente: la preservación y la difusión del acervo fílmico argentino.
Sabés a qué temperatura y humedad tenés que guardar tus películas? ¿Sabés qué se guarda en una cinemateca, además del fílmico? Lo preguntás, pero la mayoría no lo sabe”, grafica Hernán Gaffet, pensando en una realidad que afrontan ellos, los realizadores y productores en el campo cinematográfico argentino: esas opciones y posibilidades técnicas que no todos conocen expresan el brumoso estado del patrimonio cinematográfico argentino (los negativos) hace décadas. Y la urgencia por relevar lo que existe, y preservarlo, ha de ser el puntapié de los cambios que avizora Gaffet, delegado organizador de la inédita Cinemateca y el Archivo de la Imagen Nacional (Cinain), el organismo creado para iniciar políticas de preservación del celuloide y generar conciencia fílmica: el patrimonio cinematográfico es huella y ventana a la memoria futura de la sociedad.
Una cinemateca es el puente para organizarla y darla a conocer: la Cinain, organismo autárquico en la órbita de la Secretaría de Cultura, no sólo deberá guardar “las películas, es decir los rollos, sino todos los materiales necesarios para entender el fenómeno cinematográfico”, repasa Gaffet. Se refiere a los afiches, fotografías, material publicitario, el guión original, etc. “Ocurre que en términos de preservación, todo sirve: las pruebas de casting, los afiches, las críticas. Todo aporta para comprender la historia de una película”, completa. La falta de conciencia sobre la necesidad de guardar esos materiales anexos no es sólo desidia particular: nunca existió una cinemateca impulsada por el Estado nacional para generar políticas de preservación del patrimonio fílmico y por eso ya se perdió el 90 por ciento de los originales del cine mudo y el 50 por ciento del sonoro.”
Como en el cine, el tiempo fija secuencias en cámara lenta: la Ley 25.119, de creación de la Cinain, cuyos autores fueron los cineastas Pino Solanas y Julio Raffo, se aprobó en 1999, pero recién el 30 de agosto de 2010 la reglamentó la presidenta Cristina Fernández. Entremedio hubo retrasos, lobbys, discusiones y reclamos de la comunidad del cine ante el borrascoso panorama de la degradación del fílmico y la falta de censos sobre lo existente. La Argentina posee una de las mayores producciones audiovisuales de Latinoamérica, pero recién con la Cinain (las autoridades serían nombradas en marzo) será posible una política de protección y difusión del acervo audiovisual.
“De este tema no se quería ocupar nadie”, contempla Fernando Martín Peña, investigador, crítico y ex presidente de la Asociación para el Apoyo al Patrimonio Audiovisual y la Cinemateca Nacional (Aprocinain), desde donde pelearon la reglamentación de la ley para el rescate de la memoria fílmica, hasta hoy a cargo de coleccionistas privados. Una vez que la Cinemateca inicie funciones, el productor o distribuidor de cada película que se estrene en el país deberá entregar una copia final y un negativo (en las producciones locales) para su resguardo en condiciones ambientales óptimas. “Así como el Estado tiene un rol en la promoción del cine, también lo debe tener en la preservación”, cree Jorge Coscia, secretario de Cultura de la Nación.
Y no dejan de sonar suspicaces ciertos argumentos adversos: que el Estado no debería apropiarse de un material privado. Gaffet responde: “Toda película que se exhibe comercialmente pasa a formar parte de nuestro bagaje cultural y, por lo tanto, de nuestro patrimonio fílmico”. La misma ley dice “que las películas son patrimonio cultural de los argentinos, pero la propiedad sigue siendo de quien las realizó. Se las declara de interés público para guardar copias”, dice Julio Raffo, hoy legislador porteño por Proyecto Sur. “La ley de la Cinain declara a los filmes como bienes culturales, no se los puede destruir. Además de resguardarlos, va darle acceso al público a través de la Mediateca y de las proyecciones en su sala”, completa Gaffet.
EL QUE GUARDA, ENCUENTRA
“De nada sirve preservar sin difundir”, sabe Peña, y basta desandar los 11 años que tardó la reglamentación. Y agrega: “Si la industria del cine tuviera conciencia preservacionista hubiese presionado ante los directivos del Incaa y los secretarios de Cultura”. En su momento, se logró frenar el veto de Carlos Menem y la ley fue sancionada en septiembre de 1999. De ahí hasta el año pasado, sin novedades. “Sí, hubo descuido: falta de comprensión de las autoridades de entonces”, asume la titular del Incaa, Liliana Mazure. “A pesar de los reclamos de Aprocinain, entre otros, la dilación ilustra el desinterés por conservar este patrimonio”, dice Alfredo Scaglia, presidente del Cine Club Rosario y a cargo de la Regional Centro de la Federación Argentina de Cine Clubes.
Coscia ve otras razones: “La ley del 99 buscaba quitarle un pedazo del Incaa al menemismo, pero lograda la autarquía del instituto, la ley ya no tenía mucho sentido porque implicaba su mutilación. Y aquí estuvo el nudo gordiano del proyecto, que se resolvió mediante acuerdos”. Para Raffo, en la demora pesó “la mezquindad de los funcionarios por resignar presupuesto. Desde Mahárbiz en adelante, salvo Liliana Mazure, todos hicieron esfuerzos pequeños”. El presupuesto, ahora, es el factor clave. El primer año, la Cinain contará con el 10 por ciento del presupuesto del Incaa para adquirir la sala; desde el segundo año tendrán el 6 por ciento. “Para lo que nos planteamos inicialmente es maravilloso. Venimos de la nada.” Aunque “siempre nos va a parecer poco el presupuesto: es mucho lo que hay que salvar”, dicen todos.
De entrada, la Cinain va a contar con el archivo del Incaa, el del Fondo Nacional de las Artes y las 150 películas que rescató Aprocinain; el Archivo General de la Nación ya expresó que le interesaría sumar sus filmes. Y habrá también convenios con particulares o empresas para que guarden sus materiales adecuadamente, y se les va a dar difusión en la medida que lo autoricen. Incluso se contempla una instancia de desarrollo con fondos del exterior, Ibermedia, la Unesco, el BID, el Banco Mundial, para proyectos de restauración. “La ventana está abierta, el 29 de marzo vamos a presentar la Cinain en la Feria de Cine de Guadalajara, es el primer paso para cerrar acuerdos con otras cinematecas”, dice Mazure.
“El cine argentino estaba en un embudo hasta ahora –afirma Coscia–, estamos cerrando un ciclo integral de la participación del Estado en el fomento audiovisual. En los últimos siete años, con la autarquía del Incaa y el fomento; ahora, con la Ley de Medios, el Instituto de Cine va a ir consolidando la difusión electrónica y televisiva.” La otra pata es conservar lo patrimonial, una tarea que sobrepasa a los intereses de los privados porque le corresponde al Estado, pero sin perder de vista el foco: “La Cinain –dice Peña– deberá lograr un patrimonio abierto a la comunidad, con una mayor inserción en la vida social”. Y la directora del Museo del Cine porteño, Paula Félix-Didier, proyecta: “Queremos encontrar en la Cinain un espacio de discusión y capacitación: se podría brindar apoyo y promoción de archivos locales”. ¿En qué confía, Gaffet, además de que el Incaa y la Cinain puedan contar con un nuevo edificio común y que, ya para marzo, se conforme el consejo asesor de la Cinemateca para seleccionar por concurso a sus autoridades? “Quizá nos peguen muchos palos, pero prefiero poner la cabeza: por primera vez el Estado está asumiendo, en el cine, roles que no debería haber delegado. Cada vez que me preguntan si solamente el Estado tiene que participar, respondo con la frase que me dijo un gestor cultural alemán, acerca de los grados de participación estatal y privada: ‘El menor Estado posible, pero todo el que sea necesario’.”
Patricio Féminis
revista, Caras y Caretas
Decía Walter Benjamín que un libro de citas de otros, sería un libro perfecto, ya que estas enriquecen lo nuestro y convierten nuestra obra en una “obra colectiva”. Lejos de la perfección se encuentra esta iniciativa, pero si vale como lugar donde compartir distintos textos, con el sentido de entender este día a día que nos toca en el mundo. La intención no será cambiarlo, sólo la de tratar de entenderlo.
martes, febrero 22
lunes, febrero 21
Todo mental
El arte es una cosa mental, dijo Da Vinci.
El tiempo y el espacio también son pautas de la mente, excipientes estúpidos de la naturaleza, que el tren de alta velocidad trata de aniquilar en este trayecto de Madrid a Valencia, recién inaugurado. En una cabecera de este viaje están las Meninas de Velázquez y el Jardín de las Delicias de El Bosco, en la otra los niños desnudos de Sorolla con el sol resbalado en la piel bañándose en el mar. En sólo hora y media este tren te llevará desde el Guernica de Picasso al perfume de algas y salmonetes de una sobremesa con el oleaje a tus pies como homenaje, o te devolverá desde la Malvarrosa azul a los musicales de la Gran Vía y a las noches ciegas de Madrid. En esta fusión del tiempo y el espacio serán una misma conquista los parasoles de la playa, las colas del museo del Prado, las mecedoras blancas, los conciertos en el pabellón de deportes, la sombra de una parra, las tabernas castizas del Rastro, las paredes de cal con persianas verdes, los bikinis de flores y las citas de fulgurante amor al mediodía de una a otra parte. Durante el trayecto, en el silencio del convoy, puede suceder cualquier calamidad. Mientras uno lleva el bañador en la bolsa y sueña con los bueyes rubios de Sorolla y las barcas de pesca con velas color mostaza e imagina a unas mujeres deslumbradas esperando en la orilla a los marineros puede que en el asiento de al lado una señora por el móvil le cuente con todo pormenor a su prima del pueblo la operación de vesícula que acaba de sufrir. "Hija, todavía me supuran los puntos, no te digo más". Puede que mientras uno piensa que pronto volverá a extasiarse ante el cuadro de las Lanzas, la Maja Desnuda y el autorretrato de Durero, un ejecutivo de medio pelo le narre a un socio en voz alta por teléfono los detalles del negocio que están urdiendo a medias con dinero negro. "Si ese cabrón de concejal traga, esta vez, tío, nos forramos". Un tren que arranca hacia el mar desde el museo del Prado y vuelve desde el horizonte cargado con aroma de erizos hacia el adusto caballero español de la Mano en el Pecho es aquella cosa mental, de la que hablaba Leonardo da Vinci. Hace mucho tiempo imaginé que el mar perdido de mi infancia rompería un día contra un ventanal del Café Gijón. Ese milagro ha sucedido.
Manuel Vicent
10 de diciembre 2010
El Pais
El tiempo y el espacio también son pautas de la mente, excipientes estúpidos de la naturaleza, que el tren de alta velocidad trata de aniquilar en este trayecto de Madrid a Valencia, recién inaugurado. En una cabecera de este viaje están las Meninas de Velázquez y el Jardín de las Delicias de El Bosco, en la otra los niños desnudos de Sorolla con el sol resbalado en la piel bañándose en el mar. En sólo hora y media este tren te llevará desde el Guernica de Picasso al perfume de algas y salmonetes de una sobremesa con el oleaje a tus pies como homenaje, o te devolverá desde la Malvarrosa azul a los musicales de la Gran Vía y a las noches ciegas de Madrid. En esta fusión del tiempo y el espacio serán una misma conquista los parasoles de la playa, las colas del museo del Prado, las mecedoras blancas, los conciertos en el pabellón de deportes, la sombra de una parra, las tabernas castizas del Rastro, las paredes de cal con persianas verdes, los bikinis de flores y las citas de fulgurante amor al mediodía de una a otra parte. Durante el trayecto, en el silencio del convoy, puede suceder cualquier calamidad. Mientras uno lleva el bañador en la bolsa y sueña con los bueyes rubios de Sorolla y las barcas de pesca con velas color mostaza e imagina a unas mujeres deslumbradas esperando en la orilla a los marineros puede que en el asiento de al lado una señora por el móvil le cuente con todo pormenor a su prima del pueblo la operación de vesícula que acaba de sufrir. "Hija, todavía me supuran los puntos, no te digo más". Puede que mientras uno piensa que pronto volverá a extasiarse ante el cuadro de las Lanzas, la Maja Desnuda y el autorretrato de Durero, un ejecutivo de medio pelo le narre a un socio en voz alta por teléfono los detalles del negocio que están urdiendo a medias con dinero negro. "Si ese cabrón de concejal traga, esta vez, tío, nos forramos". Un tren que arranca hacia el mar desde el museo del Prado y vuelve desde el horizonte cargado con aroma de erizos hacia el adusto caballero español de la Mano en el Pecho es aquella cosa mental, de la que hablaba Leonardo da Vinci. Hace mucho tiempo imaginé que el mar perdido de mi infancia rompería un día contra un ventanal del Café Gijón. Ese milagro ha sucedido.
Manuel Vicent
10 de diciembre 2010
El Pais
Musicoanálisis
En su autoentrevista, Gabriel Rolón se pone a jugar. Melómano y psicólogo como es, une los dos rubros en un psicoanálisis de letras de canciones. El juego termina en reflexión.
Como usted en más de una ocasión se autodefinió como músico, le propongo un juego: le tiro dos o tres versos pertenecientes a algunas canciones y usted hace un comentario.
¿Acepta?
-Dele. Juguemos.
Entonces, aquí van los primeros. Es de Serrat: "No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí".
-Es una idea potente. Pero, como analista, diría: "No hay nada más deseado que lo que nunca he tenido y nada más peligroso que quedar melancólicamente ligado a lo que perdí". La estrofa pierde en poesía, pero gana en veracidad. Porque la fuerza que moviliza aquello que no hemos tenido no es la belleza, sino el deseo. En esa búsqueda a veces difícil de manejar por concretar un encuentro imposible, ya que, aun si se produjera, el placer encontrado sería siempre inferior al placer fantaseado. Y sobre la segunda parte, amar sólo lo perdido es un gesto romántico muy eficaz para generar una emoción poética, pero fatal para encarar la vida.
Aquí van otros. Es de Silvio Rodríguez: "Si no creyera en la locura, si no creyera en lo que agencio, si no creyera en mi sonido, si no creyera en mi silencio".
-Bueno, ahí sí la poesía se une al psicoanálisis. Esa y no otra es la manera de sentirse analista. Creer en lo que podemos generar a partir de nuestra escucha y nuestras palabras, sabiendo discernir cuándo es oportuna una u otra intervención. Algunos han armado el estereotipo del analista siempre silente. Yo me permito decir que nos sostenemos ante nuestros pacientes no sólo por nuestros sonidos y silencios, sino por la exactitud del momento en el que elegimos hablar o callar.
Por último, Rolón: ¿La vida es una herida absurda?
-A mí me causan gracia aquellos que sostienen que el tango siempre habla de la vieja, la esquina y los amigos. Permítame regalarle una o dos frases más: ¿Quién se robó mi niñez? o ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?" Maravillosas, ¿no cree? Fíjese en la que usted cita, por ejemplo, y va a descubrir que si hay algo conmovedor en la poesía del tango son estas preguntas filosóficas: ¿existe Dios? ¿Qué pasa con lo perdido? ¿Tiene la vida algún sentido? Como todo mortal, desconozco las respuestas. Allí está la religión queriendo dar un sentido posible a lo que no encuentra palabras. Si quiero ser sincero debo responder que, filosóficamente, creo que sí, la vida es una herida absurda. Pero, como analista, creo que el desafío consiste en que a partir del deseo único e irrepetible que nos habita encontremos un sentido que justifique una vida que, en general, no tiene demasiada importancia.
Producción: Yamila Schmies
diario La Nación
Como usted en más de una ocasión se autodefinió como músico, le propongo un juego: le tiro dos o tres versos pertenecientes a algunas canciones y usted hace un comentario.
¿Acepta?
-Dele. Juguemos.
Entonces, aquí van los primeros. Es de Serrat: "No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí".
-Es una idea potente. Pero, como analista, diría: "No hay nada más deseado que lo que nunca he tenido y nada más peligroso que quedar melancólicamente ligado a lo que perdí". La estrofa pierde en poesía, pero gana en veracidad. Porque la fuerza que moviliza aquello que no hemos tenido no es la belleza, sino el deseo. En esa búsqueda a veces difícil de manejar por concretar un encuentro imposible, ya que, aun si se produjera, el placer encontrado sería siempre inferior al placer fantaseado. Y sobre la segunda parte, amar sólo lo perdido es un gesto romántico muy eficaz para generar una emoción poética, pero fatal para encarar la vida.
Aquí van otros. Es de Silvio Rodríguez: "Si no creyera en la locura, si no creyera en lo que agencio, si no creyera en mi sonido, si no creyera en mi silencio".
-Bueno, ahí sí la poesía se une al psicoanálisis. Esa y no otra es la manera de sentirse analista. Creer en lo que podemos generar a partir de nuestra escucha y nuestras palabras, sabiendo discernir cuándo es oportuna una u otra intervención. Algunos han armado el estereotipo del analista siempre silente. Yo me permito decir que nos sostenemos ante nuestros pacientes no sólo por nuestros sonidos y silencios, sino por la exactitud del momento en el que elegimos hablar o callar.
Por último, Rolón: ¿La vida es una herida absurda?
-A mí me causan gracia aquellos que sostienen que el tango siempre habla de la vieja, la esquina y los amigos. Permítame regalarle una o dos frases más: ¿Quién se robó mi niñez? o ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?" Maravillosas, ¿no cree? Fíjese en la que usted cita, por ejemplo, y va a descubrir que si hay algo conmovedor en la poesía del tango son estas preguntas filosóficas: ¿existe Dios? ¿Qué pasa con lo perdido? ¿Tiene la vida algún sentido? Como todo mortal, desconozco las respuestas. Allí está la religión queriendo dar un sentido posible a lo que no encuentra palabras. Si quiero ser sincero debo responder que, filosóficamente, creo que sí, la vida es una herida absurda. Pero, como analista, creo que el desafío consiste en que a partir del deseo único e irrepetible que nos habita encontremos un sentido que justifique una vida que, en general, no tiene demasiada importancia.
Producción: Yamila Schmies
diario La Nación
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