Mientras los países de América Latina celebran los Bicentenarios de sus procesos de independencia, las fiestas encuentran a España desorientada al respecto. La “madre patria” también quiere “celebrar” con la región y organizó la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas. La confusión de Madrid, entre la vergüenza del genocidio que implicó la colonización y los históricos lazos que la unen a esta región, la muestran una vez más dispuesta a “participar” pero no a formular la autocrítica que los pueblos le exigen.
Aunque parezca curioso, España no quiso quedarse fuera de las fiestas del Bicentenario en América latina. Como sucedió en 1992, cuando el gobierno español “celebró” los quinientos años del “descubrimiento” de América –demostrando una vergonzante pirueta de desconocimiento de la opresión que la Corona española infringió al continente durante la colonización–, en Madrid están organizando los “festejos” por los 200 años de emancipación latinoamericana. Por lo visto, la autocrítica se hace esperar y se disfraza de buenas intenciones.
Para tales fines, España creó tres comisiones: la Comisión para la conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas y la Comisión Nacional para la celebración del Bicentenario de la Guerra de la Independencia. Estarán articuladas por el Consejo para la coordinación de las conmemoraciones de los Bicentenarios del Constitucionalismo español e iberoamericano, que nació el 28 de diciembre de 2007 con el Real Decreto 1770 firmado por el Rey Juan Carlos I.
El Consejo fue creado para “asegurar el buen fin de los actos de conmemoración de los diversos acontecimientos que significaron el desarrollo del constitucionalismo moderno en España y las nuevas Repúblicas Iberoamericanas”. La referencia al “constitucionalismo” fue la justificación que encontró Madrid para unirse a las fiestas de América latina. Por lo menos eso, es lo que se desprende de la información oficial que advierte sobre “la conmemoración del Bicentenario de los acontecimientos que comportaron el desarrollo en España de las ideas políticas del constitucionalismo, la libertad y la democracia, principios hoy vigentes en el ordenamiento constitucional”.
Para Madrid, la Constitución de Cádiz y los procesos de Independencia de las repúblicas Iberoamericanas confluyeron en un “contexto histórico del que surgirían los elementos fundamentales de la identidad política española, de los países que alcanzaron la independencia y de la Comunidad Iberoamericana”. Un devenir histórico que fue enmarcado, destacan en España, por “la confianza en la vigencia de las ideas de libertad, derechos de los ciudadanos y democracia que iniciaron su desarrollo hace 200 años”.
CONVIDADO DE PIEDRA
La Comisión Nacional para la conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas, será dirigida por el ex presidente del Gobierno español, Felipe González, un ex líder socialista que tiene buena imagen en América latina. “A doscientos años de aquel hecho histórico de especial relevancia para las Repúblicas Americanas y para España, se conmemoran los procesos de la emancipación americana con un espíritu de colaboración y acompañamiento –se puede leer en la proclama de la curiosa Comisión–. Pretende España afirmar con esta iniciativa, que los países de América siguen siendo objetivo esencial de su política exterior”.
La Comisión nació el 4 de mayo de 2007, luego de que el Consejo de Ministros aprobara su creación para llevar a cabo un programa de actividades conmemorativas de las independencias americanas. Fue concebida para establecer el contacto institucional entre Madrid y los gobiernos de América latina y tiene como finalidad la preparación, programación, organización y coordinación de todo tipo de iniciativas destinadas a la celebración de estos acontecimientos, impulsando y coordinando las acciones que lleven a cabo tanto las Administraciones Públicas, como las privadas y particulares.
“España quiere acompañar a los pueblos iberoamericanos en esta conmemoración”, justificó el presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero cuando en 2008 comenzó la organización de los actos españoles para el Bicentenario. “España no se puede entender sin Iberoamérica. Sólo al otro lado del Atlántico los españoles descubrieron su verdadera dimensión y las claves de su identidad”, aseguró Zapatero.
A su lado, estaba sentado el Rey Juan Carlos que envió un saludo “al conjunto de naciones libres, iguales, soberanas e independientes nacidas en América hace dos siglos y con las que España está profundamente hermanada”. Juan Carlos también pidió que en los actos de Independencia americana la voz española “sea tenida más en cuenta” para “contribuir generosa y positivamente a crear una sociedad internacional más libre, justa, democrática y solidaria”.
A pesar de la buena voluntad del gobierno y la monarquía española, los documentos y declaraciones oficiales no han hecho, hasta el momento, mención a alguna autocrítica sobre el pasado colonial de Madrid en América. Alguna referencia a la controvertida historia de la Corona española en Latinoamérica sería, en definitiva, una señal indispensable para que las fiestas del Bicentenario puedan mostrar a España y sus ex Virreinatos unidos en los festejos.
www.elobservadorglobal.com
Decía Walter Benjamín que un libro de citas de otros, sería un libro perfecto, ya que estas enriquecen lo nuestro y convierten nuestra obra en una “obra colectiva”. Lejos de la perfección se encuentra esta iniciativa, pero si vale como lugar donde compartir distintos textos, con el sentido de entender este día a día que nos toca en el mundo. La intención no será cambiarlo, sólo la de tratar de entenderlo.
martes, mayo 18
domingo, mayo 16
La inestabilidad de los grandes sistemas
Por Abel Posse
Sabemos que la derecha comanda la producción de riqueza y que la izquierda se va quedando con el universal reclamo de justicia. Los hombres de izquierda conforman un gran pueblo mundial, consciente de la necesidad de solidaridad, de la justicia social y de ir aplicando reformas continuas para lograr una vida equitativa, vivible. Creen que hay que hacer marchar la historia en el sentido de la justicia. Esa “gran conciencia mundial” –como la llamó Malraux– pudo haber perdido el primer round con el colapso del sistema socialista soviético y con la sorprendente estrategia de China a partir de Deng Tsiaoping. Esos millones de hombres que sufren la desigualdad, la exclusión o simplemente la injusticia sienten que el dolor humano es predominante y que la inviabilidad vital es una realidad. Sienten que la “larga marcha” no terminó con la entrada de Mao en Beijing en 1949. Pese al optimismo de quienes creyeron llegados los tiempos del fin de la historia, la historia implacablemente reaparece con nuevos lenguajes, logros y violencias. Occidente y el todopoderoso capitalismo, sobreviviente triunfal de la oposición Este-Oeste que puso en jaque la paz del pasado siglo, se acaba de encontrar con la crisis financiera mayor de la historia del capitalismo. Esa superconcentración viciosa de poder financiero especulador estalló de una forma que el mismo Marx seguramente no pudo imaginar al denunciar la posibilidad.
En estas dos últimas décadas es posible que estemos viviendo la agonía o la muerte de las dos grandes corrientes filosófico-políticas que nacieron desde los hitos Adam Smith y Carlos Marx. La implosión del mundo soviético y la mutación de China se produjeron como casi serenas transiciones inexorables, sin mayores guerras o calamidades. Por inesperada vía implosiva. Algunos autores europeos, como Niall Ferguson, se animan a anunciar señales implosivas en el sistema capitalista mundial. Para Ferguson, la historia de situaciones de decadencia demuestra que las caídas de sistemas o de imperios se producen en forma rápida, inesperada, incalculada por los más afinados politólogos. Es como si una enfermedad espiritual prevaleciese finalmente sobre el hacer de quienes se creen definitivamente adueñados de la realidad. El crecimiento tecnológico-consumista es visible y espectacular; la decadencia espiritual es sutil, imperceptible, como un hábil criminal que no deja huellas aparentes.
Casi estamos ante la necesidad de repensar el mundo y no tenemos pensadores. Los políticos del capitalismo y los de la revolución en realidad no se movieron de las ilusiones del siglo XIX. La armonización entre justicia y democracia sigue siendo el mismo desafío de Albert Camus hace medio siglo. El retorno a una sana austeridad, a la paz del alma y a caminos de vida diferentes, está muy lejos. Los dos sistemas que nos dominaron partieron de una arrogante e ilusoria noción de un hombre general, un ente mundial inexistente. El viaje de la generalidad hacia lo particular y lo diferente será probablemente la aventura que nos espera.
Creemos haber heredado un mundo sólidamente construido, pero los jóvenes se aburren de sólo pensar enfrentarlo, y más bien, como escribió Julius Evola, estamos caminando entre ruinas. La revolución, con su matriz totalitaria, stalinista, y el desopilante capitalismo que termina en el mercantilismo descarado, ya no merecen respeto. Son falsos dioses.
Se abre un nuevo pensar del mundo que deberá superar los enfrentamientos de derecha y de izquierda, como juegos de una infancia perdida. La vieja política no termina de morir y la nueva no encuentra parteros que la hagan nacer. El desasosiego mundial que vivimos, sobre todo en la cultura de Occidente, tiene que ver con un fracaso espiritual, algo que hemos creído secundario o improbable o indiferente.
Todos estamos convocados a aportar nuestra palabra y a reflexionar sobre la calidad de vida que deseamos. Nuestra América estuvo al margen de los grandes sistemas que dominaron y todavía prevalecen casi por inercia. Hay que explotar caminos y soluciones inéditas fugando del convencionalismo ideológico. Tomamos por dogmas ideas que son inventos, ocurrencias que fueron sacralizadas… Pensadores como Mangabeira Ungern, Steiner, Guillebaud, André Gorz, impulsan a internarnos en el bosque maravilloso de lo aún impensado como nueva calidad y forma de vida, individual y comunitario
www.perfil.com
Sabemos que la derecha comanda la producción de riqueza y que la izquierda se va quedando con el universal reclamo de justicia. Los hombres de izquierda conforman un gran pueblo mundial, consciente de la necesidad de solidaridad, de la justicia social y de ir aplicando reformas continuas para lograr una vida equitativa, vivible. Creen que hay que hacer marchar la historia en el sentido de la justicia. Esa “gran conciencia mundial” –como la llamó Malraux– pudo haber perdido el primer round con el colapso del sistema socialista soviético y con la sorprendente estrategia de China a partir de Deng Tsiaoping. Esos millones de hombres que sufren la desigualdad, la exclusión o simplemente la injusticia sienten que el dolor humano es predominante y que la inviabilidad vital es una realidad. Sienten que la “larga marcha” no terminó con la entrada de Mao en Beijing en 1949. Pese al optimismo de quienes creyeron llegados los tiempos del fin de la historia, la historia implacablemente reaparece con nuevos lenguajes, logros y violencias. Occidente y el todopoderoso capitalismo, sobreviviente triunfal de la oposición Este-Oeste que puso en jaque la paz del pasado siglo, se acaba de encontrar con la crisis financiera mayor de la historia del capitalismo. Esa superconcentración viciosa de poder financiero especulador estalló de una forma que el mismo Marx seguramente no pudo imaginar al denunciar la posibilidad.
En estas dos últimas décadas es posible que estemos viviendo la agonía o la muerte de las dos grandes corrientes filosófico-políticas que nacieron desde los hitos Adam Smith y Carlos Marx. La implosión del mundo soviético y la mutación de China se produjeron como casi serenas transiciones inexorables, sin mayores guerras o calamidades. Por inesperada vía implosiva. Algunos autores europeos, como Niall Ferguson, se animan a anunciar señales implosivas en el sistema capitalista mundial. Para Ferguson, la historia de situaciones de decadencia demuestra que las caídas de sistemas o de imperios se producen en forma rápida, inesperada, incalculada por los más afinados politólogos. Es como si una enfermedad espiritual prevaleciese finalmente sobre el hacer de quienes se creen definitivamente adueñados de la realidad. El crecimiento tecnológico-consumista es visible y espectacular; la decadencia espiritual es sutil, imperceptible, como un hábil criminal que no deja huellas aparentes.
Casi estamos ante la necesidad de repensar el mundo y no tenemos pensadores. Los políticos del capitalismo y los de la revolución en realidad no se movieron de las ilusiones del siglo XIX. La armonización entre justicia y democracia sigue siendo el mismo desafío de Albert Camus hace medio siglo. El retorno a una sana austeridad, a la paz del alma y a caminos de vida diferentes, está muy lejos. Los dos sistemas que nos dominaron partieron de una arrogante e ilusoria noción de un hombre general, un ente mundial inexistente. El viaje de la generalidad hacia lo particular y lo diferente será probablemente la aventura que nos espera.
Creemos haber heredado un mundo sólidamente construido, pero los jóvenes se aburren de sólo pensar enfrentarlo, y más bien, como escribió Julius Evola, estamos caminando entre ruinas. La revolución, con su matriz totalitaria, stalinista, y el desopilante capitalismo que termina en el mercantilismo descarado, ya no merecen respeto. Son falsos dioses.
Se abre un nuevo pensar del mundo que deberá superar los enfrentamientos de derecha y de izquierda, como juegos de una infancia perdida. La vieja política no termina de morir y la nueva no encuentra parteros que la hagan nacer. El desasosiego mundial que vivimos, sobre todo en la cultura de Occidente, tiene que ver con un fracaso espiritual, algo que hemos creído secundario o improbable o indiferente.
Todos estamos convocados a aportar nuestra palabra y a reflexionar sobre la calidad de vida que deseamos. Nuestra América estuvo al margen de los grandes sistemas que dominaron y todavía prevalecen casi por inercia. Hay que explotar caminos y soluciones inéditas fugando del convencionalismo ideológico. Tomamos por dogmas ideas que son inventos, ocurrencias que fueron sacralizadas… Pensadores como Mangabeira Ungern, Steiner, Guillebaud, André Gorz, impulsan a internarnos en el bosque maravilloso de lo aún impensado como nueva calidad y forma de vida, individual y comunitario
www.perfil.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)