viernes, febrero 19

Catálogo de juguetes

Por Sandra Petrignani

Bicicleta

Primero viene el triciclo, rojo, cómodo, seguro. La sensación de crecer sobre él, la satisfacción de volverse grande, mientras el juguete se vuelve pequeño y las rodillas sobresalen a los costados para no golpear contra el manubrio. Se empujan los pedales con alegría loca. El paso siguiente es la bicicleta con las rueditas a los costados. Una prueba de inestabilidad, que se agrava cuando una de las rueditas es quitada. Entonces pedalear es temblar. El esfuerzo de las primeras tentativas de mover la bicicleta de tres ruedas. Con ese vehículo inicial de grandes, un niño siente toda la responsabilidad de ser una criatura, un habitante del mundo.
Hay un pasaje de la infancia a la adolescencia, un paso peligroso, una prueba que debe ser superada para merecer el reino. Este punto es el día en que se consigue no caer del asiento cuando la segunda ruedita también es quitada. Un joven padre tiene la mano sobre el asiento mientras sigue a pie la bicicleta. Dice palabras de aliento a su hija que, cauta, pedalea. Ella no lo advierte, pero de tanto en tanto él verifica el equilibrio de la niña soltando por unos instantes la presa. Cuando está seguro de que podrá, advierte: "Ahora te suelto...sigue sola". Ella grita de excitación: "¡No, todavía no!", como cuando quiere retrasar el pinchazo de una inyección. Pero ya pasó, corre, vuela sin ayuda, libre, sobre dos ruedas. Papá se queda quieto mirándola, y no sabe si alegrarse o sufrir.
La niña no recuerda cuándo aprendió a caminar, pero sabe que debe de haber experimentado una satisfacción análoga, un sentimiento de dignidad, de juicioso orgullo. La bicicleta es uno de los poquísimos objetos que atraviesan la existencia de las personas desde la infancia hasta la madurez sin distinciones mortificadoras ligadas a la edad. Pueden ir todos juntos en bicicleta y puede suceder que justamente el más pequeño sea el mejor y el más temerario. Con la práctica aumenta la pericia y las acrobacias se multiplican. La primera consiste en soltar una mano del manubrio para hacer sonar el timbre. Después es lanzarse en bajada sin tocar los frenos, después pedalear de pie, después sin manos, después sobre un solo pedal, después desmontar con la bicicleta todavía a la carrera, volviendo de la escuela, hambrienta, empujando la bici dentro del garaje y tirando con prisa los libros sobre el estante que está al lado de la puerta de entrada para llegar puntual a la mesa. Llegado a este punto, la bicicleta se ha vuelto una prolongación del cuerpo, de las piernas, de las manos. Le da a la fatigosa verticalidad humana la estabilidad del cuadrúpedo.
Nota al margen. La bicicleta tiene sexo, existe una versión femenina y una masculina. La fabricada para los varones, con el "caño" que va del asiento al manubrio, es más incómoda que aquella otra, para las chicas, y si se tuviese que imponer un solo tipo, sería sin duda más racional elegir aquella sin el caño horizontal. Pero el caño tiene su atractivo. En una época allí se llevaba a la novia. O bien eran los hermanos mayores los que llevaban allí a sus hermanitas.
Los obreros de Piacenza pedaleaban en la niebla hacia el astillero y llevaban colgando del caño viejos bolsos deformados de cuero negro o marrón, de empleado. Pasaban el borde alrededor del tubo de metal, que permanecía aprisionado dentro del bolso, haciéndolo pendular levemente. Dentro de ellos no había papeles, sino el almuerzo: pan y tortilla, pan y carne, y una botella de vino.
Caballo mecedor
¡Era de Herman´s, en la 42, o de Lord & Taylor, en la Quinta Avenida? ¿O era de Sacks? En el zaguán un caballo mecedor de tamaño natural, con montura y riendas de cuero, listo para ser cabalgado. Repetía perfectamente en madera la forma y los colores de un alazán común, lanzado al galope sobre un tubo de metal curvado. Los niños lo miraban con admiración; los adultos, con desconfianza. ¿Cómo resistirse a montarlo? Una provocación sádica. ¿Cuándo se le ofrece a un adulto la ocasión de revivir las experiencias infantiles con juguetes adaptados a sus actuales medidas, un parque de diversiones de los recuerdos?
En la calesita, los caballos eran los preferidos. Alineados de dos en dos corrían en círculos, subiendo y bajando. La lisa cavidad de la montura acogía afectuosamente a las nalgas; la maternal hinchazón del vientre obligaba a abrir las piernas en una posición excitante. Contra la piel al descubierto el frío de la cartapesta. A lo mejor tenían razón cuando creían que no era conveniente que una mujer cabalgase con las piernas separadas: adivinaban que en eso había una satisfacción secreta, el inevitable delicioso frotamiento. Una niña cabalgará su caballo mecedor únicamente por el movimiento, el impulso. Para divertirse no le hace falta -como sí a los varones- blandir la espada, incitar a imaginarios compañeros para que combatan. Ella cabalga abandonándose a un erotismo inconsciente. Cierra los ojos, concediéndose al viento que mueve sus cabellos, aprieta las rodillas y endurece los músculos provocando dentro de sí una corriente de escalofríos in crescendo .
Aquel caballo de Nueva York era, agigantado, el modesto caballo mecedor encontrado una Navidad bajo el árbol. Regalo frustrante para niños habituados a montar los mansos caballos de la calesita. Había que espolearlo fuerte para divertirse, en la ficción de un galope desenfrenado, y aprender entretanto el rico vocabulario de la anatomía equina: cruz y corvejón, grupa y espolones, crines, ollares, belfo, testuz, cascos, coronas. Debe de haber sido la desproporción respecto del original y su mito la causa de tantas variantes que signan el destino del caballo mecedor. Si por ejemplo la muñeca se transformó en armonía con los cambios sociales y tecnológicos, en las mutaciones del caballito se percibe la volubilidad de una búsqueda siempre insatisfecha. Probaron a cubrirlo de pieles, e incluso a sustituirlo por otro animal, un elefante o un oso. Individualizando únicamente en el vaivén el atractivo de este juego, se pensó en sacrificar la semejanza estilizando la forma. Y en ciertos ejemplares, el belfo es sugerido por una burda tablilla plana. Hay un tipo hecho de madera clara, de fabricación alemana, que en lugar de ojos tiene un agujero que atraviesa la madera de lado a lado. Otra tabla, horizontal, de bordes redondeados, constituye la grupa. Largas cerdas claras hacen de crines y de cola; un simple cordel es la rienda. Un objeto decorativo más que un juguete, un rocín más que un corcel. Pero no importa, estamos a un paso del mango de la escoba. A menudo, en el mundo de los juguetes, se retrocede.

miércoles, febrero 17

La virtud del error

Por Fito Páez para ADN Cultura

El estilo es la gracia que nos diferencia del resto del mundo. Creo que fue Pedro Almodóvar el que, en alguna de sus entrevistas, respondió que una suma de errores hace un estilo. Y más allá de la respuesta ingeniosa, se puede detectar una profunda verdad allí, porque en lo no civilizado, en lo incorrecto se detecta el factor humano, lo que en verdad nos toca a todos, que es la virtud del error. El error revela. Los cálculos aritméticos no pueden terminar de explicar, bajo las apariencias formales, la diferencia espirituosa entre una música y otra, entre una mirada y otra, entre una escritura y otra. Allí radica la fuerza del estilo. Porque no existe el estilo científico en el arte. Sí, acaso, el método de deducción o de construcción del lenguaje, pero no se arriba a nada sin una pulsión sanguínea y un inconsciente activo que construyan una fuerza de ataque permanente contra la idea del sentido y que, por ende, contrapesen la producción consciente.

Una de las últimas grandes discusiones filosófico-musicales se produjo hacia mediados del siglo XX y tuvo como protagonistas a Igor Stravinski, ruso, artista moderno empeñado en intentar demostrar que la música solo era matemáticas, y John Cage, hijo de los Estados Unidos de América, artista moderno más en consonancia con la idea del caos. Lo curioso es que en ambos casos las ideas parecen atravesadas por obras que no corresponden con los enunciados que postulan. Stravinski creó orquestaciones que solo revelan un corazón ardiente y sensible a los hechos del espíritu, y Cage, de apariencia más espiritual, en una obra plena de casualidades utilizó todos los elementos que pudo arrebatarle a la conciencia. Aquí el estilo también estaría dado por la contradicción. ¿Qué es un estilo, entonces, si no se emparenta con la detección de las propias contradicciones y puestas en escena en la pasión de una obra?

Se observa cada vez con más asiduidad en todos los rincones del mundo cómo se critica la repetición en artistas con más de 2 o 3 décadas de vigencia, exigiéndoles en nombre de una moral realmente "artística" que se renueven y sigan inventando lenguajes. Es que la velocidad a la que van las cosas en el mundo impone, por desesperación, la novedad meramente por ser nueva, en detrimento de una verdad inmanente que le es revelada a todo aquel que sabe esperar y no vivir pendiente del ultimísimo grito de la moda, que más que grito pareciera un tímido suspiro agónico. Así, las obras de los grandes artistas se construyen en el tiempo, sin que presten demasiada atención a los cacareos de la época de turno; y así también se construye un estilo. Se trata de convivir con las cosas, dejarlas respirar, alejarlas, acercarlas, que a uno lo alejen, dejarse llevar por eso que nos toma y aprender a disfrutar de eso que posiblemente no esté en nuestros planes, o sea, que no forma parte de nuestro estilo. Y tomar de allí lo mejor. Es maravilloso leer las Crónicas de Bob Dylan y observar que todas las decisiones que tomó a la hora de elegir lo que iba a contar y cómo iba a hacerlo tuvieron que ver con cosas que le interesaban y con nada más. Eso es todo un estilo.

¿Cómo pedirle a Martin Scorsese que evite en sus filmes el acercamiento veloz hacia algún objeto? ¿Cómo pedirle a Antonio Di Benedetto que no sea austero y recurrente? ¿Y a Robert Bresson, que deje de utilizar el lente 50? ¿Y a Spinetta, que no utilice sus acordes, invenciones personalísimas que lo distinguen, entre otras cosas, de cualquier guitarrista del mundo?

En fin, la lista no tiene límites. ¿Podría considerarse a Oscar Wilde imperfecto, cuando toda su obra contiene el ingenio y la emoción en perfecto equilibrio? ¿Podría Charly García ser pensado sin la idea del caos y la sobriedad en una misma pieza musical? ¿Alguien podría pedirle a Chico Buarque de Hollanda que elimine el ser carioca de sus canciones? Son, todos, grandes creadores cuyo espíritu sigue el curso de algún personalísimo designio del espíritu, ese mismo al que también, en algún momento, habrán tenido que traicionar para saber de qué se trataba el asunto, para terminar de perfeccionar ese bien tan esquivo y tan preciado llamado estilo

martes, febrero 16

¿Y si mañana cierran los diarios?

Por Roberto Guareschi

El 95% de las noticias con información original proviene de los medios tradicionales y la mayoría de esas noticias son producidas por los diarios. Esas producciones son las que “definen la agenda que sigue la mayoría de los otros medios”. Las nuevas tecnologías y los nuevos medios, blogs, Twitter y los websites locales juegan “un rol limitado” como sistema de alerta y diseminación de las noticias. Así dice un estudio del prestigioso Pew Research Center de Estados Unidos.
Los datos: diarios, 50%; televisión local, 30%; medios especializados, 10%; radio, 6%, y nuevos medios, 4%.
El estudio analizó la producción periodística de 53 fuentes sobre seis historias principales durante tres días en Baltimore, Maryland, la vigésima ciudad de EE.UU. por población. Sus autores admiten que se trata de una “fotografía”, es decir una imagen limitada a un momento y una parte de un territorio.
El estudio es una alegría para los diarios, acosados por caídas en circulación y venta de avisos, costos crecientes, gratuidad (etc. etc.), y en medio de un cambio de época que desafía su centralidad y su control del territorio periodístico. El estudio ayuda a los que sostienen que sin los diarios “nadie tendría nada que escribir”. Y respalda las iniciativas para cobrar contenidos on line.
El trabajo del Pew dice implícitamente que si los diarios murieran la gente se quedaría a oscuras, hoy que “colapsa el modelo que ha subsidiado al periodismo profesional” y se reduce drásticamente el número de periodistas en televisión, diarios y radio.
Jeff Jarvis, periodista, analista de nuevos medios, académico, dice que el estudio sólo considera las noticias en los términos tradicionales. “Nosotros en la City University de New York creemos que (si desaparecieran las noticias de los medios periodísticos tradicionales) el mercado las proveería con más eficiencia y, quizá, con mayor eficacia. Quizá no serían noticias en el sentido definido por los diarios”.
Steve Buttry, veterano periodista, experto del American Press Institute en procesos de transformación en medios, demuestra que el estudio omitió a una blogger –que había producido ella sí información original y valiosa– porque no se presentaba como periodista sino como partidaria de una causa: evitar la venta de un teatro.
Esa crítica es correcta: el Pew dijo que quería analizar el “ecosistema de noticias” y no el mundo del periodismo consagrado por los medios tradicionales. Jarvis quiere decir que el Pew confundió una cosa con la otra. Pero aun así es difícil que un blog modifique sustancialmente los resultados.
Pienso que el estudio podría reflejar una realidad similar a la nuestra: acá los diarios tienen aun mayor gravitación para establecer la agenda. La TV y la radio la definen en menor grado y ocasionalmente, aunque la TV tiene mayor alcance social y poder de persuasión en la imposición de aquella agenda.
Los nuevos medios –descarto aquí las versiones on line de los diarios de papel– cuentan poco, incluso en un estudio como el del Pew, precisamente porque están construyendo otro “ecosistema de noticias”. No sé cómo será. No digo que los viejos medios no participarán en esa construcción. Pero los que sobrevivan serán otros tipos de medios.
Para comprender este momento histórico –un modelo está en extinción y no hay un reemplazo a la vista– sirve un texto de Clay Shirky, Thinking the unthinkable (Pensando lo impensable). Lo recomiendo. Shirky cita a la historiadora Elizabeth Eisenstein para trazar paralelos entre el salto cultural y la crisis que produjo la imprenta y el que produce Internet en nuestra era.
Con la imprenta creció el alfabetismo, los libros se escribían en lenguajes contemporáneos y no en latín. Lutero aprovechó para producir un descalabro religioso y político. Terminaba un monopolio del conocimiento. La Biblia se tradujo a los lenguajes locales, cualquiera podía analizarla; aparecieron las novelas eróticas. ¿Obras del demonio? Era un salto en la comunicación y la difusión de conocimiento sólo comparable al que trajo Internet.
La mayoría sólo veía el caos, ¿cuántos veían las oportunidades? ¿Quién podía imaginar entonces cómo sería un mundo cultural en el que la Iglesia ya no podía controlar qué se publicaba y comenzaba a declinar como fuerza política y social?
Dice Shirky: “Cuando alguien pide saber cómo vamos a reemplazar los diarios, en realidad quiere que se le diga que hoy no estamos viviendo una revolución (y) que los viejos sistemas no se romperán antes de que los nuevos estén en funcionamiento”.
No estamos bien, no estamos cómodos. Los medios tradicionales lo saben. El mismo informe del Pew dice que en los seis temas noticiosos estudiados, el 63% de ellos provenía de fuentes gubernamentales, el 23% de “grupos de interés“ y apenas el 14% de los propios medios. O sea: el gobierno y los grupos de interés fijan la agenda que luego imponen los medios. Los medios tienen menor iniciativa. Son todos problemas frecuentes entre nosotros. Lástima que acá no se realiza (o no se difunde) este tipo de estudios y no podemos evaluarlos.
Si hoy cesaran los diarios, habría un “caos” (y, como después de todo caos, una nueva estabilidad). Pero los procesos históricos no se dan de un día para el otro. La transición hacia el nuevo “ecosistema de noticias” no será prolija ni el futuro será un edén. Por suerte, ya empezó: hay que prepararse para un camino sinuoso y lleno de obstáculos. La “foto” del Pew es sólo una foto.

www.robertoguareschi.com.

¿Loco me decís?

Por Bernabé Tolosa

Pero en realidad, ¿qué es la locura? ¿Qué es esto que me define y me hace distinto al resto, causando que me aíslen para que nadie se entere?
¿Qué es un loco hoy?

Dice el maestro Khalil,
“…Él mismo cuenta que se volvió loco cuando unos ladrones le robaron sus siete mascaras. Mascaras que utilizaba para enfrentar el día a día. Y al salir corriendo detrás de ellos y ver que se veía todo de un modo diferente, y que el sol bañaba su rostro en una forma maravillosa, decidió asumir su locura, ya que todos le gritaban “ahí va el loco gritando”, cuidado con ese loco”. Y en esa locura encontró su libertad para enseñar como vivir…”

Loco le decían. Loco que vivía con sólo pájaros en la cabeza. Loco de remate. Sin embargo mi amigo Facundo Cabral, una vez me explicó que esa será la salvación. Dijo Facundo, “hay que hacerle el amor a las mujeres en los ómnibus y en las plazas. A las buenas y a las malas. Por las buenas y por las malas. Y así en solo nueve meses nacerán hijos locos. Benditamente locos, y por locos tan libres y por libres tan bellos, que harán un paraíso de este maldito infierno, donde las banderas se pudren patrióticamente y las madres alimentan sus hijos sólo para la guerra”.

Pienso en Moisés, en Jesús, Wagner, en Nietzsche, en Schopenhauer, en el gran Whitman, en Einstein, en tantos. Los locos crearon todo, en tanto los cuerdos no creaban ni crean nada. Ellos sólo ocupan lugar y consumen. Trabajan como ahora, para ganar aquello con lo que compran lo que ellos no creaban ni podían crear. Al no poder hacerlo, con el dinero debían esclavizar al que lo hacía. En fin, así estamos en este mundo de locos.

Un mundo tan inmerso en la locura, que muchos aseguran que a Jacobo Fijman, por haber cumplido sus deberes para con la belleza, Dios lo había ascendido de poeta a santo, además de encerrarlo en el borda para salvarlo de las mediocridades de una sociedad que lo hubiera distraído peligrosamente

Me dijo el padre Francisco antes de ir a misionar a Formosa, “… ¿Loco?, Loco san Francisco, el de Asís, que hablaba con los animales, pero gracias a ellos y su locura, pudo descifrar la formula de la felicidad. Lo poco que deseo lo deseo poco, ya que le deseo es la hipótesis de conflicto”.

¿Locas?, Locas aquella Magdalena de una esquina en Mar del Plata, que mientras oficiaba yo de vigilador, ella me convidaba con su historia de fuerza y locura para seguir amando cada noche para luego olvidar. Así sostenía sus hijos, me dijo, que sólo conocían y recordarían una madre feliz, haciendo lo que podía para sus bien.

¿Loco me decís?, ¿loco en parte o en todo?, ¿Cuándo estoy solo, cuándo es con otros?
¿Loco de la cabeza quizás, o loco del alma? En verdad, no loco por cordura, sino loco por soltura.
Si por guarda algo del instinto humano perdido, si por respetar aquello que me convence, loco me decís, pues loco soy. Como loco es aquel que bendice lo que el loco hace en su verdad, como los niños.
Bienvenido los locos entonces. Como me dijo Santiago Kovdaloff en alguna oportunidad, “el pasaje de la cordura a la locura, tiene que ver con aquello que brilla por su ausencia. En la cordura, aquello que falta para animarse a ser uno mismo y en la locura, aquello que carga con el abismo de la sinceridad”.

domingo, febrero 14

Panorama de la ciudad

Por Ramiro Melucci para diario El Atlántico

Vínculos y sinsabores de Pulti

El intendente ratificó su buena relación con los gobiernos nacional y provincial. Sucede cuando otros jefes comunales están en la mira de la Casa Rosada por presunta traición. Los problemas están en el Concejo, donde el oficialismo parece jugar contra sí mismo. Todavía no están los votos para el aumento de tasas.-
En tiempos en que las rebeliones y las traiciones acometen contra el kirchnerismo, Gustavo Pulti ha optado por el elogio constante al gobernador Daniel Scioli y a la Casa Rosada. El discurso que pronunció en el marco del aniversario de la ciudad y los festejos por el Bicentenario lo confirman: el intendente no parece tener en los planes, por el momento, tomar distancia del gobierno central.
Pulti se aleja, así, de las especulaciones que envuelven a otros caciques comunales, como el platense Pablo Bruera o Sergio Massa, de Tigre. El primero ha osado quejarse por los escasos fondos que llegan a su distrito; el ex jefe de gabinete pergeñaría un proyecto para pelearle la provincia a Scioli en 2011. Las calles de la capital provincial advertirían que entre ellos hay un destino común. “Bruera es una Masa”, dicen los eslóganes.
No son los únicos intendentes que se replantean el futuro: hay otros peronistas con intenciones de fuga; sobre todo, en el conurbano. Los radicales K y los vecinalistas también analizan sus próximos pasos políticos. Incluso se habla de la creación de un partido provincial que los contenga.
“No somos una isla. Hay un gran aporte mancomunado de los marplatenses y un esfuerzo deliberado, decidido, que queremos reconocer y agradecer, del gobierno nacional, que hace aportes muy significativos, y del gobernador Scioli, que es prácticamente un vecino de la ciudad”, elogió Pulti en el acto central del aniversario. Ocurre que ninguna de las grandes obras que planifica la ciudad (desde el Centro de Especialidades Médicas y la puesta en valor de la Escollera Norte hasta los asfaltos y los semáforos) sería posible sin los fondos que salen de la billetera de Scioli y Cristina.
Hubo otro episodio en la semana que dejó en evidencia la buena sintonía: la solución rápida del conflicto de los portacontendores, generado a partir del anuncio de las firmas Hamburg Sud y Maersk de que dejarían de prestar el servicio. El Municipio, la Provincia y los gremios del sector rogaron a las autoridades nacionales una salida a la crisis. Hubo conversaciones durante una larga semana. El jueves ya había una empresa nacional dispuesta a reemplazar a las que abandonarán la ciudad.
Pulti jura que su vínculo con la Provincia y la Nación es estrictamente institucional. Pero eso dejó de ser así desde el día en que aceptó su candidatura testimonial por el kirchnerismo. La foto que lo capturó hace poco con Néstor Kirchner en la Quinta de Olivos tampoco lo ayuda a corroborar su discurso.
Las obras, el turismo y las celebraciones acarrean las buenas noticias de estos días. Las malas provienen del Concejo Deliberante, donde el oficialismo sufrió sucesivos traspiés. El primero tuvo que ver con los “consejos vecinales de salud” que impulsan el intendente y su secretario de salud, Alejandro Ferro, para ejercer un control sobre cada centro sanitario. Tres concejales de Acción Marplatense no asistieron a la comisión que iba a tratar el tema -la de Calidad de Vida- y el radicalismo aprovechó para boicotearlo. “Los nuestros se durmieron”, admitieron en el Gobierno con cierta desilusión.
Pulti actuó con premura: apenas se enteró de que la UCR había archivado el proyecto en esa comisión, instruyó a su tropa para que lo reflotase. Pero ese es apenas un dato pintoresco si se lo compara con la inexplicable desatención que sufrió el presupuesto de Obras Sanitarias. El oficialismo perdió el último jueves la oportunidad de aprobarlo en la Comisión de Recursos Hídricos: sólo dos concejales, un oficialista y un opositor, acudieron a la reunión. Si se hubieran sentado en sus sillas los dos de Acción Marplatense que faltaron, la comisión hubiese llegado al quórum para sesionar. Por momentos da la sensación de que el oficialismo no necesita enemigos: tiene una notable propensión a perjudicarse solo.
La semana había comenzado con un nuevo fiasco en la audiencia pública que debe debatir el presupuesto de la administración central y los entes descentralizados. El secretario de Economía, Mariano Pérez Rojas, expuso el proyecto ante un puñado de concejales, pero sólo tres vecinos intervinieron en la discusión. El funcionario no tuvo más remedio que admitir que la forma en que se convoca a la audiencia debería modificarse. “Así no sirve”, sentenció.
“Más que una audiencia pública fue una reunión del oficialismo”, ironizó el bloque de la UCR. Es una creatividad de la que los radicales carecieron en los años en que gobernó Daniel Katz, cuando las audiencias por el presupuesto también fracasaban de manera rotunda. Porque si hay algo que se mantiene inalterable desde ese entonces es que las convocatorias siempre, pero siempre, terminaron en frustración.
En los días que vienen se decide la suerte del aumento de tasas que promueve la administración. Si las ordenanzas fiscal e impositiva no son aprobadas el viernes, en la asamblea de concejales y mayores contribuyentes, el bloque que responde al Gobierno tendrá que esperar hasta mayo para sancionarlas. Hoy por hoy, está más lejos que cerca de conseguir los 25 votos que necesita sobre los 48 integrantes de la asamblea.
Los negociadores pultistas hablaron con un puñado de concejales actuales y con otros que se fueron el 10 de diciembre. Les pidieron que los mayores contribuyentes que responden a ellos levanten la mano en el momento oportuno. Pero recibieron demasiadas respuestas negativas como para soñar con un inminente triunfo legislativo.
La kirchnerista Verónica Beresiarte confirmó su voto en contra. Los ex ediles Juan Carlos Cordeu y Viviana Roca ordenarán a sus respectivos mayores contribuyentes hacer lo mismo. Los radicales, que son multitud en la asamblea, no darán ni medio voto. En ese terreno plagado de espinas, sólo un milagro haría florecer una victoria oficialista.