Decía Walter Benjamín que un libro de citas de otros, sería un libro perfecto, ya que estas enriquecen lo nuestro y convierten nuestra obra en una “obra colectiva”. Lejos de la perfección se encuentra esta iniciativa, pero si vale como lugar donde compartir distintos textos, con el sentido de entender este día a día que nos toca en el mundo. La intención no será cambiarlo, sólo la de tratar de entenderlo.
viernes, febrero 26
Los Animales del Arca
Por Marco Denevi
Sí, Noé cumplió la orden divina y embarcó en el arca un macho y una hembra de cada especie animal. Pero durante los cuarenta días y las cuarenta noches del diluvio ¿qué sucedió? Las bestias ¿resistieron las tentaciones de la convivencia y del encierro forzoso? Los animales salvajes, las fieras de los bosques y de los desiertos ¿se sometieron a las reglas de la urbanidad? La compañía, dentro del mismo barco, de las eternas víctimas y de los eternos victimarios ¿no desataría ningún crimen? Estoy viendo al león, al oso y a la víbora mandar al otro mundo, de un zarpazo o de una mordedura, a un pobre animalito indefenso. ¿Y quiénes serían los más indefensos sino los más hermosos? Porque los hermosos no tienen otra protección que su belleza. ¿De qué les serviría la belleza en un navío colmado de pasajeros de todas clases, todos asustados y malhumorados, muchos de ellos asesinos profesionales, individuos de mal carácter y sujetos de avería? Sólo se salvarían los de piel más dura, los de carne menos apetecible, los erizados de púas, de cuernos, de garras y de picos, los que alojan el veneno, los que se ocultan en la sombra, los más feos y los más fuertes. Cuando al cabo del diluvio Noé descendió a tierra, repobló el mundo con los sobrevivientes. Pero las criaturas más hermosas, las más delicadas y gratuitas, los puros lujos con que Dios, en la embriaguez de la Creación, había adornado el planeta, aquellas criaturas al lado de las cuales el pavorreal y la gacela son horribles mamarrachos y la liebre una fiera sanguinaria, ay, aquellas criaturas no descendieron del arca de Noé.
jueves, febrero 25
El latido verdadero
Por Juan Cruz
En medio de todos los afanes privados, públicos o mundiales siempre hay alguien en cualquier lugar del universo cuya memoria se debate a favor de una lucha íntima, la supervivencia de la madre. Una amiga mía me escribe hoy desde Uruguay, donde su madre agota los últimos instantes de su esperanza, y ella lucha con ella, no hay tiempo para más, ni fuerza para más. Y esa lucha íntima es su vida, el horizonte se va difuminando, y ella está ahí viviendo cada día como la prolongación de una angustia ajena que le es tan propia, tan enraizada en su propia alma, en su misma sangre. Uno recibe esa noticia, que es mínima en su trascendencia mundial, pero que es una herida que se va haciendo en el silencio de un cuarto por el que circula el aire de la desesperación. Uno lee esas líneas conmovidas y luego se va al aire de la calle, a las noticias grandes o pequeñas, como si cualquier latido tuviera la misma importancia, y la ventolera del día cubre de ceniza el recuerdo de lo que ha marcado la mañana. Y no, ahí está el latido verdadero, el que conmueve hasta la desesperación el dolor de una hija que dice ún largo adiós a su madre.
Diario El País
En medio de todos los afanes privados, públicos o mundiales siempre hay alguien en cualquier lugar del universo cuya memoria se debate a favor de una lucha íntima, la supervivencia de la madre. Una amiga mía me escribe hoy desde Uruguay, donde su madre agota los últimos instantes de su esperanza, y ella lucha con ella, no hay tiempo para más, ni fuerza para más. Y esa lucha íntima es su vida, el horizonte se va difuminando, y ella está ahí viviendo cada día como la prolongación de una angustia ajena que le es tan propia, tan enraizada en su propia alma, en su misma sangre. Uno recibe esa noticia, que es mínima en su trascendencia mundial, pero que es una herida que se va haciendo en el silencio de un cuarto por el que circula el aire de la desesperación. Uno lee esas líneas conmovidas y luego se va al aire de la calle, a las noticias grandes o pequeñas, como si cualquier latido tuviera la misma importancia, y la ventolera del día cubre de ceniza el recuerdo de lo que ha marcado la mañana. Y no, ahí está el latido verdadero, el que conmueve hasta la desesperación el dolor de una hija que dice ún largo adiós a su madre.
Diario El País
miércoles, febrero 24
Los pobres no son vagos, son personas tristes...
Por Bernabé Tolosa
Así comenzó diciendo el doctor Abel Albino, presidente de CONIN, «Cooperadora para la Nutrición Infantil», una entrevista. La definición es increible, sobre todo a la hora de ver como revertir la situación. Quizás sea más difícil revertir la tristeza que la desnutrición. Pero el trabajo que realiza el doctor Albino, demuestra que se puede.
Albino estuvo reiteradas veces en Mar del Plata, tuve la posibilidad de dialogar con él reiteradas veces también. Siempre fue un gusto. La sencillez no le quita profundidad. Y sobre todo una lectura de la realidad, que si muchos de los que deciden se contagiaran de ella, la historia en este bicentenario sería otra. Algunas reflexiones del doctor Albino para pensar y tratar de entender lo que nos pasa.
La CONIN es una Organización No Gubernamental con sede en Mendoza, que se difunde y extiende a través de Centros de Prevención en el resto del país y Latinoamérica.
¿Cómo revertir el tema de desnutrición hoy en día?
"Primero preservar el cerebro durante el primer año de vida, segundo educar ese cerebro y luego, si se pone gas, luz y cloacas en cada casa argentina tendremos una potencia en 30 años. Pero para eso hay que dejar de pensar en las próximas elecciones y empezar a pensar en las próximas generaciones".
“Es posible que algún día podamos solucionar este flagelo de la desnutrición, que es vergonzoso, miserable, es indigno que tengamos esto en la Argentina. Nos pasa porque no hay orden, no hay organización, se ha perdido mucho en el país, se ha perdido sentido común, se ha perdido amor al prójimo, se ha perdido patriotismo; en 1853 la Argentina no era nada y treinta años después era la séptima economía del mundo y la primera de América Latina, eso lo hicieron hombres, hombres como nosotros, con defectos, con virtudes, que cometieron errores pero que hicieron grandeza, que tenían cosas criticables, pero que tenían cosas admirables, todos tenían virilidad y tenían vergüenza”.
“Patria es el lugar legado por los padres, esto es mío también, tengo la obligación y también tengo el derecho de trabajar en mí país y que me dejen tranquilo, el que me quiera ayudar bienvenido y el que no que se haga a un lado, nosotros somos los adultos hoy en esta sociedad, las palabras conmueven pero es el ejemplo el que arrastra y tenemos que dar ejemplos, nos están mirando nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestros sobrinos, nuestros ahijados, toda la sociedad tiene los ojos puestos en nosotros, somos los adultos los que tenemos que dictar las pautas, marcar los límites, estimular las pasiones, administrar los recursos y hay que hacerlo, creo que hay que terminar de una buena vez con la eterna guerra del hombre contra el hombre, que a mí personalmente ya me tiene seco”.
“Yo nos soy político, yo soy médico, la política o se la hace o se la sufre, yo nací del lado del sufrimiento, yo no hago política, a mí no me interesa, me interesa que se dé soluciones, no sé que sistema tenemos nosotros, pero yo no veo soluciones, no sé cual será mejor tampoco, yo necesito soluciones, voy y entro a un rancho donde hay dos chicos durmiendo en un pozo en la tierra tapados con perros, eso es lo que sé, ¿como quiebro eso yo?, ése es el asunto, ¿que hice yo?, Abel Albino para quebrar eso, yo veo las consecuencias de las malas políticas”.
“Ni se dan cuenta, no les importa nada, si están en otra cosa. Hace 17 años que hago exactamente lo mismo, hablo de lo mismo y digo lo mismo, sigo en mi consultorio trabajando, salgo a las 11 de la noche de trabajar, soy médico de niños, no tengo otra cosa, ni mi consultorio es mío, para hacer esto hipotequé hasta mi casa, pero ¿perdí?, no, ¿gané?, muchísimo: gané amigos en todos lados, gané reconocimiento en lo personal; hice convenios con dos gobiernos que me iban a pagar por los chicos internados, siempre me mandaron los chicos y nunca me pagaron, tengo 20 Centros CONIN ya, yo no vengo a hablar tampoco de la piel del oso que habría que cazar, yo hablo de la piel del oso que cacé, tengo el primer Hospital de Desnutridos de la República Argentina en Mendoza y el primer Centro de Prevención de Desnutrición del Mundo en Mendoza y ese Centro lo he replicado en 22 ciudades”.
“De nada sirve que alimentemos a un chico si lo devolvemos al ambiente hostil del que proviene, a los quince días estamos alimentándolo de vuelta. Dijimos: si queremos quebrar la desnutrición lo que debemos hacer es un abordaje integral de la problemática social que le da origen a la extrema pobreza, educación nutricional, educación para la salud, lactancia materna, jardín maternal, jardín infantil, estimulación temprana, escuela de artes y oficios, programa de educación agraria, lectoescritura para analfabetos, ropero familiar, club de padres, escuela para padres, documentación y legalización de la familia, alcoholismo, inmunización, eso es un Centro CONIN, el modelo es único en el mundo, ese es el hobby caro que tengo, a mí me gusta esto, yo hago esto en mis ratos libres”.
Así comenzó diciendo el doctor Abel Albino, presidente de CONIN, «Cooperadora para la Nutrición Infantil», una entrevista. La definición es increible, sobre todo a la hora de ver como revertir la situación. Quizás sea más difícil revertir la tristeza que la desnutrición. Pero el trabajo que realiza el doctor Albino, demuestra que se puede.
Albino estuvo reiteradas veces en Mar del Plata, tuve la posibilidad de dialogar con él reiteradas veces también. Siempre fue un gusto. La sencillez no le quita profundidad. Y sobre todo una lectura de la realidad, que si muchos de los que deciden se contagiaran de ella, la historia en este bicentenario sería otra. Algunas reflexiones del doctor Albino para pensar y tratar de entender lo que nos pasa.
La CONIN es una Organización No Gubernamental con sede en Mendoza, que se difunde y extiende a través de Centros de Prevención en el resto del país y Latinoamérica.
¿Cómo revertir el tema de desnutrición hoy en día?
"Primero preservar el cerebro durante el primer año de vida, segundo educar ese cerebro y luego, si se pone gas, luz y cloacas en cada casa argentina tendremos una potencia en 30 años. Pero para eso hay que dejar de pensar en las próximas elecciones y empezar a pensar en las próximas generaciones".
“Es posible que algún día podamos solucionar este flagelo de la desnutrición, que es vergonzoso, miserable, es indigno que tengamos esto en la Argentina. Nos pasa porque no hay orden, no hay organización, se ha perdido mucho en el país, se ha perdido sentido común, se ha perdido amor al prójimo, se ha perdido patriotismo; en 1853 la Argentina no era nada y treinta años después era la séptima economía del mundo y la primera de América Latina, eso lo hicieron hombres, hombres como nosotros, con defectos, con virtudes, que cometieron errores pero que hicieron grandeza, que tenían cosas criticables, pero que tenían cosas admirables, todos tenían virilidad y tenían vergüenza”.
“Patria es el lugar legado por los padres, esto es mío también, tengo la obligación y también tengo el derecho de trabajar en mí país y que me dejen tranquilo, el que me quiera ayudar bienvenido y el que no que se haga a un lado, nosotros somos los adultos hoy en esta sociedad, las palabras conmueven pero es el ejemplo el que arrastra y tenemos que dar ejemplos, nos están mirando nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestros sobrinos, nuestros ahijados, toda la sociedad tiene los ojos puestos en nosotros, somos los adultos los que tenemos que dictar las pautas, marcar los límites, estimular las pasiones, administrar los recursos y hay que hacerlo, creo que hay que terminar de una buena vez con la eterna guerra del hombre contra el hombre, que a mí personalmente ya me tiene seco”.
“Yo nos soy político, yo soy médico, la política o se la hace o se la sufre, yo nací del lado del sufrimiento, yo no hago política, a mí no me interesa, me interesa que se dé soluciones, no sé que sistema tenemos nosotros, pero yo no veo soluciones, no sé cual será mejor tampoco, yo necesito soluciones, voy y entro a un rancho donde hay dos chicos durmiendo en un pozo en la tierra tapados con perros, eso es lo que sé, ¿como quiebro eso yo?, ése es el asunto, ¿que hice yo?, Abel Albino para quebrar eso, yo veo las consecuencias de las malas políticas”.
“Ni se dan cuenta, no les importa nada, si están en otra cosa. Hace 17 años que hago exactamente lo mismo, hablo de lo mismo y digo lo mismo, sigo en mi consultorio trabajando, salgo a las 11 de la noche de trabajar, soy médico de niños, no tengo otra cosa, ni mi consultorio es mío, para hacer esto hipotequé hasta mi casa, pero ¿perdí?, no, ¿gané?, muchísimo: gané amigos en todos lados, gané reconocimiento en lo personal; hice convenios con dos gobiernos que me iban a pagar por los chicos internados, siempre me mandaron los chicos y nunca me pagaron, tengo 20 Centros CONIN ya, yo no vengo a hablar tampoco de la piel del oso que habría que cazar, yo hablo de la piel del oso que cacé, tengo el primer Hospital de Desnutridos de la República Argentina en Mendoza y el primer Centro de Prevención de Desnutrición del Mundo en Mendoza y ese Centro lo he replicado en 22 ciudades”.
“De nada sirve que alimentemos a un chico si lo devolvemos al ambiente hostil del que proviene, a los quince días estamos alimentándolo de vuelta. Dijimos: si queremos quebrar la desnutrición lo que debemos hacer es un abordaje integral de la problemática social que le da origen a la extrema pobreza, educación nutricional, educación para la salud, lactancia materna, jardín maternal, jardín infantil, estimulación temprana, escuela de artes y oficios, programa de educación agraria, lectoescritura para analfabetos, ropero familiar, club de padres, escuela para padres, documentación y legalización de la familia, alcoholismo, inmunización, eso es un Centro CONIN, el modelo es único en el mundo, ese es el hobby caro que tengo, a mí me gusta esto, yo hago esto en mis ratos libres”.
martes, febrero 23
Graffiti
Tango
Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.
Mario Goloboff
Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.
Mario Goloboff
lunes, febrero 22
Panorama de la ciudad
Por Ramiro Melucci, para el diario El Atlántico
El Gobierno, complicado por el Concejo
Tiene detenidos allí una batería de proyectos. Desde el Presupuesto hasta un acuerdo para reparar calles en el Puerto. El oficialismo fracasó en su intento de ratificar la suba de tasas. Probaría suerte en la semana que comienza. Tampoco logró un tratamiento legislativo para el aumento del boleto.-
En los últimos días, que parecían apacibles, los problemas se le acumularon al Gobierno con una rapidez de vértigo. Quedó irresuelto el aumento de tasas. El Concejo le sacó el cuerpo a la suba del boleto. Los municipales se incordiaron. Un edil oficialista impidió que prosperara un acuerdo con los empresarios de la pesca que el intendente considera clave. Obras Sanitarias prepara sus boletas sin el incremento proyectado porque los concejales no se lo aprobaron. Son demasiados dolores de cabeza juntos para una sola semana.
La frustración oficialista por las ordenanzas fiscal e impositiva se palpaba en el ambiente horas antes de la asamblea de concejales y mayores contribuyentes del viernes. Los negociadores políticos del intendente reconocían en privado la derrota. En público, hasta último momento dieron señales de vida. Pero conseguir seis votos opositores se convirtió en una quimera.
¿Es posible que la semana que viene Acción Marplatense tenga los votos que no consiguió el viernes? Sí, lo es. Sobre todo, porque el oficialismo hará algo que hasta ese día casi ni había insinuado: abrirá las ordenanzas para que los opositores más cercanos les puedan introducir modificaciones. Sin que se acepten cambios, pocos están dispuestos a apoyar las normas.
Hubo una reunión que alimenta las expectativas de la administración. Pulti se entrevistó en secreto con la diputada nacional Adela Segarra, jefa del grupo político en que milita la concejal Verónica Beresiarte. La versión más fuerte señala que el intendente capturó el voto de la edil con la condición de que se corrigieran algunos puntos de las ordenanzas.
Beresiarte, la concejal que facilitó la victoria oficialista en el proyecto de traslado de bares, necesita de forma imperiosa que Acción Marplatense atienda sus sugerencias. Su problema es que, en la votación preliminar de las normas, votó en contra del Gobierno. Ahora precisa un gesto público para justificar su cambio de parecer.
Pulti habría pactado con Segarra otros dos votos: los de un par de mayores contribuyentes que le responden. Con estos respaldos, el oficialismo quedaría a las puertas del triunfo que se le hizo imposible el viernes. La oposición se deleitó con la desazón oficialista, pero hizo de todos modos un guiño para subrayar: permitió que la asamblea pasara a un acuarto intermedio y no apostó a tumbar las ordenanzas. Tenía los votos para hacerlo.
Se trató de una decisión acertada. El radicalismo y los otros bloques que no componen el oficialismo comprendieron que una asamblea de mayores contribuyentes no puede decidir la suerte de dos proyectos cruciales del Ejecutivo. Sobre todo si esa asamblea, un cuerpo obsoleto por donde se lo mire, ni siquiera responde a la última elección legislativa, como es el caso.
Lo único cierto en toda esta novela es que tarde o temprano Pulti tendrá los aumentos de tasas que pidió. Si no es la semana que viene, será cuando se renueven los contribuyentes, a mediados de mayo, y Acción Marplatense quedé con mayoría también en ese cuerpo.
El Gobierno necesita cuanto antes los incrementos tributarios. El sindicato de empleados municipales acaba de difundir sus disgustos. Habló de promesas incumplidas y de sueldos desactualizados. ¿Cómo pensar en un aumento de sueldos cuando todavía no se aprobó la suba de tasas? El secretario de Economía, Mariano Pérez Rojas, alterna su profesión de contador con su nueva condición de equilibrista: de un lado de la cuerda se le apilan los reclamos; de la otra, las necesidades.
El pedido de incremento de boleto había quedado entrampado como el de las tasas en los vericuetos legales del Concejo. Desde que leyó la solicitud de los empresarios del transporte, Pulti hizo todo lo que estuvo a su alcance para que el cuerpo legislativo se metiera en la determinación de la tarifa. Como el año pasado, se chocó de frente con la ordenanza que le cedió al Ejecutivo la facultad para definirla. La oposición hizo entonces una jugada de manual: reclamó que se cumpla con esa norma.
El oficialismo improvisó una respuesta cuando se percató de la existencia de aquella legislación. Aseguró que debería fijarse un plazo para que el intendente no tuviese de por vida la atribución de fijar el boleto. Así, trató de enmendar su error: el de no acordarse antes de que esa ordenanza debía languidecer para que el costo político del aumento no lo pagase sólo Pulti.
El proyecto más importante que tenía el bloque del Gobierno para atemperar los fracasos era el que propone un acuerdo con los empresarios de la pesca para arreglar las calles del Puerto. Pero hasta ese consuelo se le esfumó: un día antes de la sesión, la Comisión de Hacienda le puso un freno.
El Programa de Mejoramiento de la Infraestructura Urbana de la Zona Portuaria -tal el nombre completo del convenio- es un plan de contribución por mejoras sólo para las empresas y las industrias portuenses. La lógica política del intendente para impulsarlo es que los empresarios del sector, que se benefician si el barrio está en buenas condiciones, deben hacer un aporte para reparar las calles. Los vecinos, por lo tanto, están excluidos del pago de las obras.
Hasta ahí, nadie podría atacar el acuerdo. Porque nadie cuerdo podría estar en contra de que las industrias desembolsen 8,7 millones de pesos para pavimentación. Existe, sin embargo, un artículo que tiraría por la borda las buenas intenciones: el que les perdona las deudas por la tasa de reinspección veterinaria. Ese simple párrafo impide discernir si lo que está en discusión es un aporte empresarial o una compensación municipal.
La mayor parte de la oposición no votará el convenio si no se borra ese polémico artículo. Pero la traba insoluble no la ha puesto la oposición, sino José Cano, el nuevo concejal oficialista. Fue el hombre que, en última instancia, obstaculizó el trámite legislativo. “Me sumé al bloque con la condición de que me aseguraran independencia de criterio. Y me la aseguraron. Pero nunca imaginé que me tocaría hacerla valer tan pronto”, justificó. En efecto, Cano está vestido con ropaje oficialista, pero actúa como si tuviera un bloque propio.
Ahí no se termina la lista de proyectos empantanados. El Presupuesto 2010 está atado a la suerte de las ordenanzas fiscal e impositiva. El de Obras Sanitarias sigue en la Comisión de Recursos Hídricos por descuido de concejales del Gobierno. Las mismas distracciones complotaron contra los “consejos vecinales de salud” que aspira a crear Pulti. Con este panorama, es mejor no imaginar lo que ocurriría si el oficialismo no tuviese mayoría.
El Gobierno, complicado por el Concejo
Tiene detenidos allí una batería de proyectos. Desde el Presupuesto hasta un acuerdo para reparar calles en el Puerto. El oficialismo fracasó en su intento de ratificar la suba de tasas. Probaría suerte en la semana que comienza. Tampoco logró un tratamiento legislativo para el aumento del boleto.-
En los últimos días, que parecían apacibles, los problemas se le acumularon al Gobierno con una rapidez de vértigo. Quedó irresuelto el aumento de tasas. El Concejo le sacó el cuerpo a la suba del boleto. Los municipales se incordiaron. Un edil oficialista impidió que prosperara un acuerdo con los empresarios de la pesca que el intendente considera clave. Obras Sanitarias prepara sus boletas sin el incremento proyectado porque los concejales no se lo aprobaron. Son demasiados dolores de cabeza juntos para una sola semana.
La frustración oficialista por las ordenanzas fiscal e impositiva se palpaba en el ambiente horas antes de la asamblea de concejales y mayores contribuyentes del viernes. Los negociadores políticos del intendente reconocían en privado la derrota. En público, hasta último momento dieron señales de vida. Pero conseguir seis votos opositores se convirtió en una quimera.
¿Es posible que la semana que viene Acción Marplatense tenga los votos que no consiguió el viernes? Sí, lo es. Sobre todo, porque el oficialismo hará algo que hasta ese día casi ni había insinuado: abrirá las ordenanzas para que los opositores más cercanos les puedan introducir modificaciones. Sin que se acepten cambios, pocos están dispuestos a apoyar las normas.
Hubo una reunión que alimenta las expectativas de la administración. Pulti se entrevistó en secreto con la diputada nacional Adela Segarra, jefa del grupo político en que milita la concejal Verónica Beresiarte. La versión más fuerte señala que el intendente capturó el voto de la edil con la condición de que se corrigieran algunos puntos de las ordenanzas.
Beresiarte, la concejal que facilitó la victoria oficialista en el proyecto de traslado de bares, necesita de forma imperiosa que Acción Marplatense atienda sus sugerencias. Su problema es que, en la votación preliminar de las normas, votó en contra del Gobierno. Ahora precisa un gesto público para justificar su cambio de parecer.
Pulti habría pactado con Segarra otros dos votos: los de un par de mayores contribuyentes que le responden. Con estos respaldos, el oficialismo quedaría a las puertas del triunfo que se le hizo imposible el viernes. La oposición se deleitó con la desazón oficialista, pero hizo de todos modos un guiño para subrayar: permitió que la asamblea pasara a un acuarto intermedio y no apostó a tumbar las ordenanzas. Tenía los votos para hacerlo.
Se trató de una decisión acertada. El radicalismo y los otros bloques que no componen el oficialismo comprendieron que una asamblea de mayores contribuyentes no puede decidir la suerte de dos proyectos cruciales del Ejecutivo. Sobre todo si esa asamblea, un cuerpo obsoleto por donde se lo mire, ni siquiera responde a la última elección legislativa, como es el caso.
Lo único cierto en toda esta novela es que tarde o temprano Pulti tendrá los aumentos de tasas que pidió. Si no es la semana que viene, será cuando se renueven los contribuyentes, a mediados de mayo, y Acción Marplatense quedé con mayoría también en ese cuerpo.
El Gobierno necesita cuanto antes los incrementos tributarios. El sindicato de empleados municipales acaba de difundir sus disgustos. Habló de promesas incumplidas y de sueldos desactualizados. ¿Cómo pensar en un aumento de sueldos cuando todavía no se aprobó la suba de tasas? El secretario de Economía, Mariano Pérez Rojas, alterna su profesión de contador con su nueva condición de equilibrista: de un lado de la cuerda se le apilan los reclamos; de la otra, las necesidades.
El pedido de incremento de boleto había quedado entrampado como el de las tasas en los vericuetos legales del Concejo. Desde que leyó la solicitud de los empresarios del transporte, Pulti hizo todo lo que estuvo a su alcance para que el cuerpo legislativo se metiera en la determinación de la tarifa. Como el año pasado, se chocó de frente con la ordenanza que le cedió al Ejecutivo la facultad para definirla. La oposición hizo entonces una jugada de manual: reclamó que se cumpla con esa norma.
El oficialismo improvisó una respuesta cuando se percató de la existencia de aquella legislación. Aseguró que debería fijarse un plazo para que el intendente no tuviese de por vida la atribución de fijar el boleto. Así, trató de enmendar su error: el de no acordarse antes de que esa ordenanza debía languidecer para que el costo político del aumento no lo pagase sólo Pulti.
El proyecto más importante que tenía el bloque del Gobierno para atemperar los fracasos era el que propone un acuerdo con los empresarios de la pesca para arreglar las calles del Puerto. Pero hasta ese consuelo se le esfumó: un día antes de la sesión, la Comisión de Hacienda le puso un freno.
El Programa de Mejoramiento de la Infraestructura Urbana de la Zona Portuaria -tal el nombre completo del convenio- es un plan de contribución por mejoras sólo para las empresas y las industrias portuenses. La lógica política del intendente para impulsarlo es que los empresarios del sector, que se benefician si el barrio está en buenas condiciones, deben hacer un aporte para reparar las calles. Los vecinos, por lo tanto, están excluidos del pago de las obras.
Hasta ahí, nadie podría atacar el acuerdo. Porque nadie cuerdo podría estar en contra de que las industrias desembolsen 8,7 millones de pesos para pavimentación. Existe, sin embargo, un artículo que tiraría por la borda las buenas intenciones: el que les perdona las deudas por la tasa de reinspección veterinaria. Ese simple párrafo impide discernir si lo que está en discusión es un aporte empresarial o una compensación municipal.
La mayor parte de la oposición no votará el convenio si no se borra ese polémico artículo. Pero la traba insoluble no la ha puesto la oposición, sino José Cano, el nuevo concejal oficialista. Fue el hombre que, en última instancia, obstaculizó el trámite legislativo. “Me sumé al bloque con la condición de que me aseguraran independencia de criterio. Y me la aseguraron. Pero nunca imaginé que me tocaría hacerla valer tan pronto”, justificó. En efecto, Cano está vestido con ropaje oficialista, pero actúa como si tuviera un bloque propio.
Ahí no se termina la lista de proyectos empantanados. El Presupuesto 2010 está atado a la suerte de las ordenanzas fiscal e impositiva. El de Obras Sanitarias sigue en la Comisión de Recursos Hídricos por descuido de concejales del Gobierno. Las mismas distracciones complotaron contra los “consejos vecinales de salud” que aspira a crear Pulti. Con este panorama, es mejor no imaginar lo que ocurriría si el oficialismo no tuviese mayoría.
domingo, febrero 21
¿Cuántos Haitís?
Por José Saramago
En el día de Todos los Santos de 1755, Lisboa fue Haití. La tierra tembló cuando faltaban pocos minutos para las diez de la mañana. Las iglesias estaban repletas de fieles, los sermones y las misas en pleno auge… Tras la primera sacudida, cuya magnitud los geólogos calculan hoy que pudo alcanzar el grado 9 en la escala de Richter, las réplicas, también de gran potencia destructiva, se prolongaron durante la eternidad de dos horas y media, dejando el 85% de las construcciones de la ciudad reducidas a escombros. Según testimonios de la época, la altura de la ola del tsunami resultante del terremoto fue de veinte metros, causando 900 víctimas mortales entre la multitud que había sido atraída por el insólito espectáculo del fondo del río sembrado de restos de navíos hundidos a lo largo del tiempo. Los incendios durarían cinco días. Los grandes edificios, palacios, conventos, repletos de riquezas artísticas, bibliotecas, galerías de pinturas, el teatro de la ópera recientemente inaugurado, que, mejor o peor, habían aguantado los primeros embates del terremoto, fueron devorados por el fuego. De los doscientos setenta y cinco mil habitantes que Lisboa tenía entonces, se cree que murieron noventa mil. Se dice que a la pregunta inevitable “Y ahora, ¿qué hacemos?”, el secretario de Exteriores Sebastián José de Carvalho e Melo, que más tarde llegaría a ser nombrado primer ministro, respondió: “Enterrar a los muertos y cuidar de los vivos”. Estas palabras, que luego entraron en la historia, fueron efectivamente pronunciadas, pero no por él. Las dijo un oficial superior del ejército, expoliado de esta manera de su haber, como sucede tantas veces, en favor de alguien más poderoso.
En enterrar a sus ciento cincuenta mil o más muertos anda ahora Haití, mientras la comunidad internacional se esfuerza por auxiliar a los vivos, en medio del caos y la desorganización múltiple de un país que incluso antes del sismo, desde hace generaciones, se encuentra en estado de catástrofe lenta, de calamidad permanente. Lisboa fue reconstruida, Haití también lo será. La cuestión, en lo que respecta a Haití, reside en cómo se ha de reconstruir eficazmente la comunidad de su pueblo, reducido a la más extrema de las pobrezas e históricamente ajeno a un sentimiento de conciencia nacional que le permita alcanzar por sí mismo, con tiempo y con trabajo, un grado razonable de homogeneidad social. Desde todo el mundo, de distintas procedencias, millones y millones de euros y de dólares están siendo encaminados hacia Haití. Los abastecimientos han comenzado a llegar a una isla donde todo faltaba o porque se perdió en el terremoto o porque no existía. Como por acción de una divinidad particular, los barrios ricos, comparados con el resto de la ciudad de Puerto Príncipe, fueron poco afectados por el sismo. Se podría decir, y a la vista de lo sucedido en Haití parece cierto, que los designios de Dios son inescrutables. En Lisboa, las oraciones de los fieles no pudieron impedir que el techo y los muros de las iglesias se les vinieran encima y los aplastasen. En Haití, ni siquiera la simple gratitud por haber salvado vidas y bienes sin haber hecho nada ha movido los corazones de los ricos para acudir en auxilio de millones de hombres y mujeres que ni siquiera pueden presumir del nombre unificador de compatriotas porque pertenecen a lo más ínfimo de la escala social, la de los no-seres, a la de los vivos que siempre estuvieron muertos porque la vida plena les fue negada, esclavos que fueron de señores, esclavos que son de la necesidad. No hay noticia de que un solo haitiano rico haya abierto sus bolsas o aliviado sus cuentas bancarias para socorrer a los siniestrados. El corazón del rico es la llave de su caja fuerte.
Habrá otros terremotos, otras inundaciones, otras catástrofes de esas que llamamos naturales. Tenemos ahí el calentamiento global con sus sequías y sus inundaciones, las emisiones de CO2 que, sólo forzados por la opinión pública, los Gobiernos se han resignado a reducir, y tal vez tengamos ya en el horizonte algo en lo que parece que nadie quiere pensar, la posibilidad de una coincidencia de los fenómenos causados por el calentamiento con la aproximación de una nueva era glacial que cubriría de hielo la mitad de Europa y ahora estaría dando las primeras señales, todavía benignas. No será para mañana, podemos vivir y morir tranquilos. Aunque, y que hable de esto quien sepa, las siete eras glaciales por las que el planeta ha pasado hasta hoy no han sido las únicas, habrá otras. Entretanto, volvamos la vista a este Haití y a los otros mil Haitís que existen en el mundo, no sólo para esos que prácticamente están sentados sobre inestables fallas tectónicas para las que no se les ve solución posible, sino también para los que viven en el filo de la navaja del hambre, de la falta de asistencia sanitaria, de la ausencia de una instrucción pública satisfactoria, donde los factores propicios para el desarrollo son prácticamente nulos y los conflictos armados, las guerras entre etnias separadas por diferencias religiosas o por rencores históricos cuyo origen, en muchos casos, se perdió en la memoria aunque los intereses de ahora se obstinan en alimentar. El antiguo colonialismo no ha desaparecido, se ha multiplicado en una diversidad de versiones locales, y no son pocos los casos en que sus herederos inmediatos son las propias élites locales, antiguos guerrilleros transformados en nuevos explotadores de su pueblo, la misma codicia, la crueldad de siempre. Ésos son los Haitís que hay que salvar. Habrá quien diga que la crisis económica vino a corregir el rumbo suicida de la humanidad. No estoy muy seguro de eso, pero al menos que la lección de Haití pueda resultarnos de provecho a todos. Los muertos de Puerto Príncipe ya hacen compañía a los muertos de Lisboa. No podemos hacer nada por ellos. Ahora, como siempre, nuestra obligación es cuidar de los vivos.
www.cuaderno.josesaramago.org
En el día de Todos los Santos de 1755, Lisboa fue Haití. La tierra tembló cuando faltaban pocos minutos para las diez de la mañana. Las iglesias estaban repletas de fieles, los sermones y las misas en pleno auge… Tras la primera sacudida, cuya magnitud los geólogos calculan hoy que pudo alcanzar el grado 9 en la escala de Richter, las réplicas, también de gran potencia destructiva, se prolongaron durante la eternidad de dos horas y media, dejando el 85% de las construcciones de la ciudad reducidas a escombros. Según testimonios de la época, la altura de la ola del tsunami resultante del terremoto fue de veinte metros, causando 900 víctimas mortales entre la multitud que había sido atraída por el insólito espectáculo del fondo del río sembrado de restos de navíos hundidos a lo largo del tiempo. Los incendios durarían cinco días. Los grandes edificios, palacios, conventos, repletos de riquezas artísticas, bibliotecas, galerías de pinturas, el teatro de la ópera recientemente inaugurado, que, mejor o peor, habían aguantado los primeros embates del terremoto, fueron devorados por el fuego. De los doscientos setenta y cinco mil habitantes que Lisboa tenía entonces, se cree que murieron noventa mil. Se dice que a la pregunta inevitable “Y ahora, ¿qué hacemos?”, el secretario de Exteriores Sebastián José de Carvalho e Melo, que más tarde llegaría a ser nombrado primer ministro, respondió: “Enterrar a los muertos y cuidar de los vivos”. Estas palabras, que luego entraron en la historia, fueron efectivamente pronunciadas, pero no por él. Las dijo un oficial superior del ejército, expoliado de esta manera de su haber, como sucede tantas veces, en favor de alguien más poderoso.
En enterrar a sus ciento cincuenta mil o más muertos anda ahora Haití, mientras la comunidad internacional se esfuerza por auxiliar a los vivos, en medio del caos y la desorganización múltiple de un país que incluso antes del sismo, desde hace generaciones, se encuentra en estado de catástrofe lenta, de calamidad permanente. Lisboa fue reconstruida, Haití también lo será. La cuestión, en lo que respecta a Haití, reside en cómo se ha de reconstruir eficazmente la comunidad de su pueblo, reducido a la más extrema de las pobrezas e históricamente ajeno a un sentimiento de conciencia nacional que le permita alcanzar por sí mismo, con tiempo y con trabajo, un grado razonable de homogeneidad social. Desde todo el mundo, de distintas procedencias, millones y millones de euros y de dólares están siendo encaminados hacia Haití. Los abastecimientos han comenzado a llegar a una isla donde todo faltaba o porque se perdió en el terremoto o porque no existía. Como por acción de una divinidad particular, los barrios ricos, comparados con el resto de la ciudad de Puerto Príncipe, fueron poco afectados por el sismo. Se podría decir, y a la vista de lo sucedido en Haití parece cierto, que los designios de Dios son inescrutables. En Lisboa, las oraciones de los fieles no pudieron impedir que el techo y los muros de las iglesias se les vinieran encima y los aplastasen. En Haití, ni siquiera la simple gratitud por haber salvado vidas y bienes sin haber hecho nada ha movido los corazones de los ricos para acudir en auxilio de millones de hombres y mujeres que ni siquiera pueden presumir del nombre unificador de compatriotas porque pertenecen a lo más ínfimo de la escala social, la de los no-seres, a la de los vivos que siempre estuvieron muertos porque la vida plena les fue negada, esclavos que fueron de señores, esclavos que son de la necesidad. No hay noticia de que un solo haitiano rico haya abierto sus bolsas o aliviado sus cuentas bancarias para socorrer a los siniestrados. El corazón del rico es la llave de su caja fuerte.
Habrá otros terremotos, otras inundaciones, otras catástrofes de esas que llamamos naturales. Tenemos ahí el calentamiento global con sus sequías y sus inundaciones, las emisiones de CO2 que, sólo forzados por la opinión pública, los Gobiernos se han resignado a reducir, y tal vez tengamos ya en el horizonte algo en lo que parece que nadie quiere pensar, la posibilidad de una coincidencia de los fenómenos causados por el calentamiento con la aproximación de una nueva era glacial que cubriría de hielo la mitad de Europa y ahora estaría dando las primeras señales, todavía benignas. No será para mañana, podemos vivir y morir tranquilos. Aunque, y que hable de esto quien sepa, las siete eras glaciales por las que el planeta ha pasado hasta hoy no han sido las únicas, habrá otras. Entretanto, volvamos la vista a este Haití y a los otros mil Haitís que existen en el mundo, no sólo para esos que prácticamente están sentados sobre inestables fallas tectónicas para las que no se les ve solución posible, sino también para los que viven en el filo de la navaja del hambre, de la falta de asistencia sanitaria, de la ausencia de una instrucción pública satisfactoria, donde los factores propicios para el desarrollo son prácticamente nulos y los conflictos armados, las guerras entre etnias separadas por diferencias religiosas o por rencores históricos cuyo origen, en muchos casos, se perdió en la memoria aunque los intereses de ahora se obstinan en alimentar. El antiguo colonialismo no ha desaparecido, se ha multiplicado en una diversidad de versiones locales, y no son pocos los casos en que sus herederos inmediatos son las propias élites locales, antiguos guerrilleros transformados en nuevos explotadores de su pueblo, la misma codicia, la crueldad de siempre. Ésos son los Haitís que hay que salvar. Habrá quien diga que la crisis económica vino a corregir el rumbo suicida de la humanidad. No estoy muy seguro de eso, pero al menos que la lección de Haití pueda resultarnos de provecho a todos. Los muertos de Puerto Príncipe ya hacen compañía a los muertos de Lisboa. No podemos hacer nada por ellos. Ahora, como siempre, nuestra obligación es cuidar de los vivos.
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