viernes, mayo 28

La literatura, camino para pensar y recrear la idea de Nación

El investigador norteamericano Nicolás Shumway explica, en La invención de la Argentina , que hay "ficciones orientadoras" definidas antes de 1880, cuya vitalidad no se ha perdido. Por el contrario, dice, influyen en el devenir del país y en la materia dinámica que es su identidad. Pensé entonces en el modo en que la literatura se convierte en camino para reflexionar sobre nuestro sentido de pertenencia y nuestra mayor o menor identificación con las tradiciones y compartí ese punto de partida con varios escritores contemporáneos.
Pablo De Santis observó que "la literatura puede ayudar a pensar la idea de Nación a través de la idea de conflicto. En general los discursos que conmemoran el nacimiento de la Nación tienden a mostrar que el país en cuanto tal se consolida cuando los conflictos desaparecen; pero la literatura nos recuerda que la Nación siempre está haciéndose y que los conflictos son parte esencial de esta interminable formación". El autor va más allá y señala que "la literatura nos muestra que la patria es un uso de la lengua y una forma de imaginar. Porque la Nación no es sólo lo que está, sino también lo que se puede soñar, aunque a veces se trate de una pesadilla". ¿Qué recorrido de lecturas propondría a los jóvenes? "Hay momentos del Facundo y del Martín Fierro que pueden ser muy estimulantes para ellos, a pesar de que se los considera equivocadamente libros aburridos. Pienso en el episodio de Cruz o en el relato del asesinato de Quiroga y el destino de sus asesinos. Avanzando en el siglo XX, Los siete locos de Roberto Arlt es una novela de una fuerza avasalladora y que cumple con una visión alucinada de la política. A mediados de los ochenta Andrés Rivera publicó La revolución es un sueño eterno, que nos habla del destino de Castelli como algo inmediato y urgente. Los cuentos de Los que llegamos más lejos, de Leopoldo Brizuela, dan una versión cruel y poética de la historia de la Patagonia".
La selección podría ser más abarcativa e incluir diversidad de textos, pues De Santis advierte: "Creo que la Nación está en todo texto escrito con convicción; aun en un relato como «La rosa de Paracelso», de Borges, pues aunque hable de un mago y transcurra en una ciudad europea, nos habla de nosotros".
Ana María Shua advierte, antes que nada, que la palabra tradición le parece "peligrosa", y explica por qué: "Nada conserva mejor la tradición que el aislamiento, la falta de movilidad social, el estancamiento económico, la miseria en todas sus formas. La identidad de una Nación no es estática, está en estado de constante modificación, es un devenir". Ella observa que hay una serie de libros canónicos que se proponen a los jóvenes a través de los programas escolares y que cumplirían la función de integrarlos a una idea de Nación, dándoles un sentido de pertenencia. "Se trataría de llevarlos por una línea histórico-sociológica desde «El matadero», pasando por Facundo, hasta llegar a Borges y Cortázar. Me gustaría saltar por encima de esa línea, ya muy analizada. Hay decenas de buenos escritores de ficción de todas las edades que están produciendo sus obras hoy, aquí. Son obras valiosas, casi desconocidas". Shua propondría, entonces, un camino inverso: "Propondría empezar por la literatura argentina actual y que sean esos libros los que, eventualmente, interroguen, perturben, demanden respuestas que nos refieran a los otros. Una historia de la literatura argentina al revés o, mejor, mezclada y tamizada de acuerdo con lo que las lecturas de obras actuales pregunten y exijan".

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