lunes, junio 21

Los niños y la pelota

Seguro Ud. piensa que hablaré del mundial de fútbol. Pues no, pero sí de la pelota. ¿Sabía que gran parte del material deportivo del mundo se produce con trabajo infantil? Pakistán, el mayor exportador de pelotas de fútbol del mundo (60% del mercado en EEUU), tiene trabajando a 7000 chicos menores de 14 años cosiéndolas a 0,60 dólares cada una…

Hoy, que el mundo es más redondo que nunca con la invasión mediática y la adrenalina desatada que implica todo mundial, cabría recordar que pasó sin pena ni gloria el Día Internacional contra el Trabajo Infantil; que, dicho sea de paso, tuvo mucho que ver con ese deporte pero en su faz más perversa: la explotación de menores de edad.
Un ex Secretario de Estado ligado al campo laboral, Robert Reich, inició hace años una campaña junto a varias ONG con la intención de que los niños no jugaran con pelotas hechas por otros niños. La presión llegó hasta la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociado, la organizadora de los mundiales), a la que se le pidió que pusiera un sello al balón oficial de las competencias donde se asegurara que no habían sido hechas con trabajo infantil. Cientos de jugadores se hicieron eco en la Copa Europa, exigiendo a las instituciones de sus respectivos países (y clubes privados) que no alimentaran esa explotación.
No termina en eso. Investigando las condiciones laborales donde se cosen las zapatillas deportivas, dos empresas de renombre, Nike y Reebok, quisieron asegurarse de que su producción no tenía ese origen. De hecho, desde 1997 sus pelotas tienen la inscripción “Garantizado: hecha sin trabajo infantil”. Cabe aclarar que ambas fabrican también en Pakistán, pero han exigido a sus encargados de planta impedir la vieja y abusiva política. Ahora se está procurando extender la campaña a pelotas de otros deportes con la campaña “Aros Libres”, que refiere a las Olimpíadas.
Abandonemos por un momento el fútbol, pero no el abuso infantil. ¿Existe alguna estadística pública acerca de la cantidad de niños y niñas que mueren manipulando pesticidas en las plantaciones? El récord se lo llevan las plataneras de Centroamérica; pero no le van en zaga las plantaciones de té de Bangladesh, Nepal y la India, donde los chiquilines menores de 14 años son el 70% de la mano de obra con horario extendido y salario comprimido, para beneficio de las multinacionales y el visto bueno de las autoridades locales. En algunas regiones de Brasil, los prepotentes fazendeiros (hacendados) los usan para cavar, cosechar y cortar caña de azúcar a machetazo limpio, con alto riesgo de mutilación; los menores de edad representan el 33% de la mano de obra y el 40% de los accidentes laborales, según denuncia de la Iglesia Católica del Brasil.
En la India, la producción de seda y saris (prenda típica) es de las más importantes por el alto consumo doméstico (1.100 millones de habitantes) y las crecientes exportaciones. Cientos de miles, lo que digo, cientos de miles de chicos distribuidos en los campos de Uttar Pradesh o en las fábricas de Karnataka son los responsables de un negocio del que sólo ven monedas y que los aleja de familia, juego y estudios.
Lo mismo, y en el mismo país, sucede con 325.000 niños que en el Estado de Tamil Nadu trabajan en condiciones brutales, lindando con el esclavismo, en la producción de cigarrillos hechos a mano para el mercado local. Su obligación es liar no menos de 1.500 “beedies” por día para cobrar 14 dólares… por mes. En la década del ‘90 y con motivo de abundantes denuncias internacionales, la Corte Suprema de la India ordenó al gobierno prohibir estas prácticas y formular un plan para terminar con el trabajo infantil. Todavía no se han implementado. Hoy, esos chicos son adultos o ya han muerto.
Asian-American Free Labor Institute realizó una investigación sobre el tema en Camboya: miles de chicos trabajan con las manos desprotegidas y descalzos en la producción de ladrillos, con maquinaria pesada y alto riesgo de sufrir accidentes. Más de la mitad de los entrevistados dijeron hacerlo “porque tenían deudas con su amo” (sic). En Egipto, por ejemplo, un millón y medio de chiquilines de 6 a 14 años son obligados a trabajar en curtiembres, en medio de productos tóxicos, a piel desnuda.
Para la producción de poca necesidad tecnológica y alto consumo, las grandes empresas subcontratan a otras locales en Indonesia donde el trabajo infantil está permitido, aunque se atajan diciendo que “sólo cuatro horas por día”. Así, más de 300.000 chicos se dedican a coser zapatillas (fue uno de los casos donde Nike y Adidas tuvieron que intervenir presionando al gobierno para no destruir su propia imagen).
Paradójicamente, como en el caso de la pelota, el 80% de los juguetes de todo el mundo se fabrica entre China, Tailandia e Indonesia con las manos de niños y niñas que durante doce horas al día respiran plástico, en ambientes inseguros, sofocantes, escasos de comida y régimen de “cama caliente” (duermen en la fábrica, alejados de sus familias). Existe una campaña de boicot (Toycott Campaign) no suficientemente conocida.
Volvamos a Pakistán, a la meseta central de Turquía y al mítico Nepal. Allí, más de un millón de pibes tejen alfombras con manos delicadas, por mendrugos como almuerzo, para ser vendidas a precios muy costosos a Occidente o los Emiratos. Los adultos no quieren vivir en semejante régimen de explotación ni tienen el tamaño de los dedos lo suficientemente pequeño como para elaborar las increíbles filigranas que esos chicos son capaces de crear. Dedos minúsculos que se lastiman, claro, pero para eso están las velas: con ellas se cauterizan. No se espante: peor es que se infecten (obvio, es cruel ironía).
Y todo esto -por razones de espacio- es nada al lado de los dos peores “trabajos infantiles”: prostituirse o tomar las armas. Colombia, el Congo y Liberia se llevan las palmas como los países con mayor cantidad de niños soldados del mundo. El país sudamericano ha sido denunciado por Amnesty, Unicef, Human Rights, la Cruz Roja y cuanta institución imagine, pero prefieren no hablar del tema; tampoco del uso que hacen de los niños para trabajar en las minas de carbón.
De la perversidad de las armas, a la morbosidad del sexo a edad en la que ni saben bien de qué se trata ni a qué se exponen. Tailandia tiene un récord importante; pero cuidado, que no es “perversión asiática”, sino el resultado de la fábrica de prostíbulos y pornografía en que se convirtió durante la guerra de Vietnam, siendo como era el sitio de “vacaciones” para los soldados norteamericanos del frente.
Ahora, la guerra terminó hace años, pero el negocio sigue floreciente porque, aunque cueste creerlo, se organizan tours sexuales desde la “culturosa” Europa los mismos EEUU; y aun de los hipócritas jeques de los Emiratos Árabes, que se dicen “musulmanes militantes” (miserables que, de existir, sentirán por siempre el ardor de las llagas prometidas en El Corán a sus pecadores). Ah, también van japoneses, a los que les “queda cerca” la diversión. A acostarse con chicos/as (lo mismo da) de los 8 a 12 años… Como el negocio es rentable, se extendió a Camboya, Filipinas, Taiwán y también al Caribe. Internet ayuda.
En fin. El mundo es y será una pelota. Símbolo del fútbol que hoy nos invade en todos los ámbitos. Tanto como para hacernos olvidar de que fue el Día contra el Trabajo Infantil, de esos que por un pedazo de pan se dedican a coser el balón que patearán jugadores que cuestan fortunas y seguirán alimentando un negocio de miles de millones de dólares.

Por el licenciado Rodolfo Olivera para Noticias y Protagonistas