Por Bernabé Tolosa
Pero en realidad, ¿qué es la locura? ¿Qué es esto que me define y me hace distinto al resto, causando que me aíslen para que nadie se entere?
¿Qué es un loco hoy?
Dice el maestro Khalil,
“…Él mismo cuenta que se volvió loco cuando unos ladrones le robaron sus siete mascaras. Mascaras que utilizaba para enfrentar el día a día. Y al salir corriendo detrás de ellos y ver que se veía todo de un modo diferente, y que el sol bañaba su rostro en una forma maravillosa, decidió asumir su locura, ya que todos le gritaban “ahí va el loco gritando”, cuidado con ese loco”. Y en esa locura encontró su libertad para enseñar como vivir…”
Loco le decían. Loco que vivía con sólo pájaros en la cabeza. Loco de remate. Sin embargo mi amigo Facundo Cabral, una vez me explicó que esa será la salvación. Dijo Facundo, “hay que hacerle el amor a las mujeres en los ómnibus y en las plazas. A las buenas y a las malas. Por las buenas y por las malas. Y así en solo nueve meses nacerán hijos locos. Benditamente locos, y por locos tan libres y por libres tan bellos, que harán un paraíso de este maldito infierno, donde las banderas se pudren patrióticamente y las madres alimentan sus hijos sólo para la guerra”.
Pienso en Moisés, en Jesús, Wagner, en Nietzsche, en Schopenhauer, en el gran Whitman, en Einstein, en tantos. Los locos crearon todo, en tanto los cuerdos no creaban ni crean nada. Ellos sólo ocupan lugar y consumen. Trabajan como ahora, para ganar aquello con lo que compran lo que ellos no creaban ni podían crear. Al no poder hacerlo, con el dinero debían esclavizar al que lo hacía. En fin, así estamos en este mundo de locos.
Un mundo tan inmerso en la locura, que muchos aseguran que a Jacobo Fijman, por haber cumplido sus deberes para con la belleza, Dios lo había ascendido de poeta a santo, además de encerrarlo en el borda para salvarlo de las mediocridades de una sociedad que lo hubiera distraído peligrosamente
Me dijo el padre Francisco antes de ir a misionar a Formosa, “… ¿Loco?, Loco san Francisco, el de Asís, que hablaba con los animales, pero gracias a ellos y su locura, pudo descifrar la formula de la felicidad. Lo poco que deseo lo deseo poco, ya que le deseo es la hipótesis de conflicto”.
¿Locas?, Locas aquella Magdalena de una esquina en Mar del Plata, que mientras oficiaba yo de vigilador, ella me convidaba con su historia de fuerza y locura para seguir amando cada noche para luego olvidar. Así sostenía sus hijos, me dijo, que sólo conocían y recordarían una madre feliz, haciendo lo que podía para sus bien.
¿Loco me decís?, ¿loco en parte o en todo?, ¿Cuándo estoy solo, cuándo es con otros?
¿Loco de la cabeza quizás, o loco del alma? En verdad, no loco por cordura, sino loco por soltura.
Si por guarda algo del instinto humano perdido, si por respetar aquello que me convence, loco me decís, pues loco soy. Como loco es aquel que bendice lo que el loco hace en su verdad, como los niños.
Bienvenido los locos entonces. Como me dijo Santiago Kovdaloff en alguna oportunidad, “el pasaje de la cordura a la locura, tiene que ver con aquello que brilla por su ausencia. En la cordura, aquello que falta para animarse a ser uno mismo y en la locura, aquello que carga con el abismo de la sinceridad”.
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