domingo, febrero 14

Panorama de la ciudad

Por Ramiro Melucci para diario El Atlántico

Vínculos y sinsabores de Pulti

El intendente ratificó su buena relación con los gobiernos nacional y provincial. Sucede cuando otros jefes comunales están en la mira de la Casa Rosada por presunta traición. Los problemas están en el Concejo, donde el oficialismo parece jugar contra sí mismo. Todavía no están los votos para el aumento de tasas.-
En tiempos en que las rebeliones y las traiciones acometen contra el kirchnerismo, Gustavo Pulti ha optado por el elogio constante al gobernador Daniel Scioli y a la Casa Rosada. El discurso que pronunció en el marco del aniversario de la ciudad y los festejos por el Bicentenario lo confirman: el intendente no parece tener en los planes, por el momento, tomar distancia del gobierno central.
Pulti se aleja, así, de las especulaciones que envuelven a otros caciques comunales, como el platense Pablo Bruera o Sergio Massa, de Tigre. El primero ha osado quejarse por los escasos fondos que llegan a su distrito; el ex jefe de gabinete pergeñaría un proyecto para pelearle la provincia a Scioli en 2011. Las calles de la capital provincial advertirían que entre ellos hay un destino común. “Bruera es una Masa”, dicen los eslóganes.
No son los únicos intendentes que se replantean el futuro: hay otros peronistas con intenciones de fuga; sobre todo, en el conurbano. Los radicales K y los vecinalistas también analizan sus próximos pasos políticos. Incluso se habla de la creación de un partido provincial que los contenga.
“No somos una isla. Hay un gran aporte mancomunado de los marplatenses y un esfuerzo deliberado, decidido, que queremos reconocer y agradecer, del gobierno nacional, que hace aportes muy significativos, y del gobernador Scioli, que es prácticamente un vecino de la ciudad”, elogió Pulti en el acto central del aniversario. Ocurre que ninguna de las grandes obras que planifica la ciudad (desde el Centro de Especialidades Médicas y la puesta en valor de la Escollera Norte hasta los asfaltos y los semáforos) sería posible sin los fondos que salen de la billetera de Scioli y Cristina.
Hubo otro episodio en la semana que dejó en evidencia la buena sintonía: la solución rápida del conflicto de los portacontendores, generado a partir del anuncio de las firmas Hamburg Sud y Maersk de que dejarían de prestar el servicio. El Municipio, la Provincia y los gremios del sector rogaron a las autoridades nacionales una salida a la crisis. Hubo conversaciones durante una larga semana. El jueves ya había una empresa nacional dispuesta a reemplazar a las que abandonarán la ciudad.
Pulti jura que su vínculo con la Provincia y la Nación es estrictamente institucional. Pero eso dejó de ser así desde el día en que aceptó su candidatura testimonial por el kirchnerismo. La foto que lo capturó hace poco con Néstor Kirchner en la Quinta de Olivos tampoco lo ayuda a corroborar su discurso.
Las obras, el turismo y las celebraciones acarrean las buenas noticias de estos días. Las malas provienen del Concejo Deliberante, donde el oficialismo sufrió sucesivos traspiés. El primero tuvo que ver con los “consejos vecinales de salud” que impulsan el intendente y su secretario de salud, Alejandro Ferro, para ejercer un control sobre cada centro sanitario. Tres concejales de Acción Marplatense no asistieron a la comisión que iba a tratar el tema -la de Calidad de Vida- y el radicalismo aprovechó para boicotearlo. “Los nuestros se durmieron”, admitieron en el Gobierno con cierta desilusión.
Pulti actuó con premura: apenas se enteró de que la UCR había archivado el proyecto en esa comisión, instruyó a su tropa para que lo reflotase. Pero ese es apenas un dato pintoresco si se lo compara con la inexplicable desatención que sufrió el presupuesto de Obras Sanitarias. El oficialismo perdió el último jueves la oportunidad de aprobarlo en la Comisión de Recursos Hídricos: sólo dos concejales, un oficialista y un opositor, acudieron a la reunión. Si se hubieran sentado en sus sillas los dos de Acción Marplatense que faltaron, la comisión hubiese llegado al quórum para sesionar. Por momentos da la sensación de que el oficialismo no necesita enemigos: tiene una notable propensión a perjudicarse solo.
La semana había comenzado con un nuevo fiasco en la audiencia pública que debe debatir el presupuesto de la administración central y los entes descentralizados. El secretario de Economía, Mariano Pérez Rojas, expuso el proyecto ante un puñado de concejales, pero sólo tres vecinos intervinieron en la discusión. El funcionario no tuvo más remedio que admitir que la forma en que se convoca a la audiencia debería modificarse. “Así no sirve”, sentenció.
“Más que una audiencia pública fue una reunión del oficialismo”, ironizó el bloque de la UCR. Es una creatividad de la que los radicales carecieron en los años en que gobernó Daniel Katz, cuando las audiencias por el presupuesto también fracasaban de manera rotunda. Porque si hay algo que se mantiene inalterable desde ese entonces es que las convocatorias siempre, pero siempre, terminaron en frustración.
En los días que vienen se decide la suerte del aumento de tasas que promueve la administración. Si las ordenanzas fiscal e impositiva no son aprobadas el viernes, en la asamblea de concejales y mayores contribuyentes, el bloque que responde al Gobierno tendrá que esperar hasta mayo para sancionarlas. Hoy por hoy, está más lejos que cerca de conseguir los 25 votos que necesita sobre los 48 integrantes de la asamblea.
Los negociadores pultistas hablaron con un puñado de concejales actuales y con otros que se fueron el 10 de diciembre. Les pidieron que los mayores contribuyentes que responden a ellos levanten la mano en el momento oportuno. Pero recibieron demasiadas respuestas negativas como para soñar con un inminente triunfo legislativo.
La kirchnerista Verónica Beresiarte confirmó su voto en contra. Los ex ediles Juan Carlos Cordeu y Viviana Roca ordenarán a sus respectivos mayores contribuyentes hacer lo mismo. Los radicales, que son multitud en la asamblea, no darán ni medio voto. En ese terreno plagado de espinas, sólo un milagro haría florecer una victoria oficialista.

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