En la era de la imagen, donde la publicidad y los modelos estéticos invaden todos los ámbitos de la vida personal y la realización pasa por los que se tienen, especialmente a través de la moda, hay quienes consideran que lo superficial significa profundidad, porque la exterioridad de una persona está estrechamente vinculada con lo que le pasa a ella por dentro: su modo de ser, de sentir, de pensar y de actuar en el rol que desempeña en la sociedad.
Claudia Lombardi, es Licenciada en Ciencias de la Comunicación y en los últimos años se ha especializado en imagen personal y empresarial. A través de un análisis de la sociedad y de la imagen que sus miembros tienen, evidenció que al momento de definir un estilo “hay que ser coherente entre lo que uno usa y lo que uno es”, es decir, la elección de una prenda no sólo está vinculada con su funcionalidad, o con los cánones de belleza de determinado momento histórico, sino también con lo que la persona fue, es y quiso ser.
“No hay nada más profundo que lo superficial porque lo que se demuestra es lo que no se puede tapar. La idea es que la gente no piense como superficial la indumentaria, y que sepa que con ella dice muchas cosas, incluso hay culturas antiguas que consideraban la imagen como lo más íntimo del ser de una persona”, porque lo exterior es un reflejo del interior.
Las crisis y los cambios son los disparadores para el surgimiento de nuevos puntos de vista o el análisis de las cosas vividas. Uno de los aspectos que las personas quieren modificar en estos momentos está vinculado con la imagen, pero la dificultad se centra en que muchas veces la imagen que el espejo refleja de cada uno no es la misma que se ha construido en la mente, es decir, no coincide el autoconcepto y el autoestima con lo que los demás piensan de uno.
“Cuando una persona comienza con el estudio de su exterioridad tiene que estar en un momento indicado de su vida. Mucha gente no quiere saber si la imagen que tiene de sí coincide con lo que se es, ni mirarse, ni saber lo que el otro piensa de ella”, así surge el miedo a enfrentarse con esa realidad y prefiere mantener su pensamiento, a pesar que eso traiga periodos de insatisfacción o incomodidad.
Para Lombardi, son muchos los que creen que analizar la forma de vestir está vinculado con los dictámenes de la moda; “pero nada está más lejos, porque de acuerdo a como uno se vista será como es su interior, su reflejo. No podes disimular quien sos”.
“Creo que en esta sociedad hay mucha gente disfrazada, porque no son coherentes entre lo que son y lo que muestran. Por ejemplo, algunos se describen como creativos y divertidos, pero visten de negro, y están siempre con los brazos cruzados”.
A pesar de esta diferencia entre el modo de ser y de vestir, Lombardi considera que “hay que escuchar a la persona al momento de analizar el uso que le da a determinada prenda, porqué se siente cómoda con ella y porque momento de su vida está atravesando”, ya que “la imagen es lo más íntimo que uno tiene, y en consecuencia no puede venir otro a destruirla” y agregó que “la ropa es quien sos, quien fuiste y quien queres ser”.
De acuerdo con los estudios realizados en el campo de la filosofía de la imagen, la misma está regida por leyes de colorimetría y geometría, por lo cual no es necesario seguir estrictamente los mandatos de la moda ni de acuerdo a las marcas, porque no están pensadas para todas las personas, los cuerpos y las actividades que realiza cada uno. Además, “para mí no hay nada más lindo que ser original. La copia a nadie le gusta, hay que usar algunas cosas de moda, pero no todas”, y en relación a las marcas, Lombardi sostuvo “que hay que salir (de ellas), aprender a comprar fuera de la publicidad y generar un propio estilo”, porque este “es el pensamiento en acción, es un sello personal”.
A partir de su trabajo como asesora personal y de empresas, la periodista evidenció que los hombres asocian la imagen con la profesionalidad, la autoridad y la seguridad que tienen o quieren representar, pero “muchos dejan su estética en manos de sus esposas, por lo cual ella avanza y avasalla su imagen, rompiendo con el espacio de intimidad que implica elegir una prenda o un estilo según quien es”.
El adolescente, por su parte, está en una etapa de transición por el cual se descubre y se piensa. “En esta edad la indumentaria cumple un papel fundamental porque va a hacer aceptado por el grupo si cumple con determinados parámetros de vestimenta. Sigue el mandato de alguien porque todavía no se no sabe quien es”.
Sin embargo, está lógica adolescente “no puede encontrarse en una mujer de mediana edad, cuyo cuerpo y mente no son los mismos que en la juventud”, explicó Lombardi y agregó que “una mujer se puede ver hermosa sin importar la edad, sólo necesita aceptarse y tener una mejor imagen de sí misma”.
“Creo que la mujer – continúo- está enojada con su imagen, es enemiga de ella misma, acrecentado por la imagen que se muestra en los medios. Si no está conforme consigo misma, el cambio debe empezar por dentro y aceptarse tal cual es”.
“La imagen es un reflejo del interior de uno mismo, por lo cual creo que hay que animarse a ser, a no estar detrás de una marca o moda, hacerse cargo de la edad y del rol que uno tiene y no permitir que un tercero defina quien es cada uno”.
Fuente: diario El Atlántico
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