El primero es que la evolución de las sociedades modernas tiende
a destruir todas las oportunidades de socialización significativa.
Por ejemplo tiende a destruir las ciudades: destruye los barrios,
y hasta tiende a destruir la empresa como lugar en donde la
gente puede socializarse. El capitalismo moderno esta casi a punto
de lograr la “hazaña” de destruir una de las creaciones mas
geniales de la humanidad desde hace mil años: la ciudad. La
ciudad actual está destruida porque está cada vez mas fragmentada.
Está fragmentada en tres grandes pedazos que viven entre
si relaciones absolutamente exteriores: las zona de comercios,
oficinas, etc, la zona residenciales ricas y los guetos . Pero la
suma de estas tres cosas no hacen una ciudad. Ahora bien, todos
los movimientos sociales importantes que se han conocido
siempre se apoyaron sobre socializaciones y colectivizaciones
existentes. Tanto los movimientos campesinos como los obreros,
partían del campo o de las empresas. Las insurrecciones del
siglo XIX partian de los barrios obreros. La cuestión que se plantea
ahora entonces es de qué manera una sociedad atomizada
como es la contemporánea puede convertirse en la fuente, en el
origen, de movimientos colectivos democráticos. Siendo que las
personas se ignoran totalmente y son extraños u hostiles unos a
otros.
Y la segunda cuestión es mas pesada, es la que concierne a la
apatía actual, al giro hacia el consumo. Todo el mundo sabe que
las sociedades contemporáneas occidentales son las primeras
sociedades en la historia de la humanidad en que la religión ya no
juega un rol central (y ciertamente no soy yo quien lo lamenta).
Las religiones a su manera mistificadora siempre jugaron un rol
importante, fundamental en la institución de las sociedades. No
simplemente como decía Marx que le daba un complemento de
justificaciones solemnes al orden social existente. Es algo mas
profundo que eso. Ocurre que el hombre es un animal que busca
el sentido, un “animal” que vive bajo el sentido. Y qué era lo que
le proveía el sentido a la vida humana en las sociedades pasadas:
la religión. Esa manera de darle sentido a la vida es la expresión
misma de la heteronomía. La base de toda religión es el mandamiento
divino y es por eso que imponen éticas heterónomas a los
hombres, y que crean sociedades heterónomas: porque no sólo
los mandamientos sino el sentido de la vida viene de la concordancia
de la vida individual con el espíritu de la religión.
Bueno eso ahora terminó. Es por eso que asistimos a tentativas
de retorno ya sea a fuentes de estilo religioso. Por ejemplo en los
países islámicos o la India donde la poblaciones rehusan la aceptación
del sentido que implica la modernidad, una modernidad
que no puede ofrecerles otra cosa mas que consumo, e incluso
tampoco les da eso. El consumo, la televisión y todos esos fenómenos
son agentes de compensaciones con respecto al vacío
del sentido de la vida contemporánea. Si no se sabe por qué se
vive ni por qué se va a morir entonces se compra un nuevo auto;
se busca el sentido... por televisión. Todo esto quiere decir que
para que haya un cambio en las actitudes políticas, es necesario
que a la vez la gente reconozca el vacío de esta “puesta en sentido”
y que descubra que poseen la capacidad de darle ellos mismos
el sentido a su vida. Y que por lo tanto pase a la acción
colectiva que podrá permitir la creación de una sociedad en la
que cada uno pudiera dar el sentido que cree que tiene su vida y
su muerte.
Esas son las dos grandes cuestiones que yo creo que hay que
plantearse cuando se mira la sociedad contemporánea. No para
extraer conclusiones pesimista u optimistas, sino para tratar de
ser lúcido, con relación a las posibilidades de evolución y en
relación al verdadero problema político. Porque es un problema
político reconstituir la colectividad. Y es un problema político
reflexionar sobre una sociedad donde por primera vez no habrá
significaciones impuestas de manera heterónoma sino que la sociedad
podrá ella misma crear sus significaciones e investirlas,
apasionarse por ellas, amarlas, sabiendo a la vez que constituyen
una obra humana y que no han caído del cielo.
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