lunes, febrero 21

Musicoanálisis

En su autoentrevista, Gabriel Rolón se pone a jugar. Melómano y psicólogo como es, une los dos rubros en un psicoanálisis de letras de canciones. El juego termina en reflexión.

Como usted en más de una ocasión se autodefinió como músico, le propongo un juego: le tiro dos o tres versos pertenecientes a algunas canciones y usted hace un comentario.
¿Acepta?

-Dele. Juguemos.
Entonces, aquí van los primeros. Es de Serrat: "No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí".
-Es una idea potente. Pero, como analista, diría: "No hay nada más deseado que lo que nunca he tenido y nada más peligroso que quedar melancólicamente ligado a lo que perdí". La estrofa pierde en poesía, pero gana en veracidad. Porque la fuerza que moviliza aquello que no hemos tenido no es la belleza, sino el deseo. En esa búsqueda a veces difícil de manejar por concretar un encuentro imposible, ya que, aun si se produjera, el placer encontrado sería siempre inferior al placer fantaseado. Y sobre la segunda parte, amar sólo lo perdido es un gesto romántico muy eficaz para generar una emoción poética, pero fatal para encarar la vida.
Aquí van otros. Es de Silvio Rodríguez: "Si no creyera en la locura, si no creyera en lo que agencio, si no creyera en mi sonido, si no creyera en mi silencio".
-Bueno, ahí sí la poesía se une al psicoanálisis. Esa y no otra es la manera de sentirse analista. Creer en lo que podemos generar a partir de nuestra escucha y nuestras palabras, sabiendo discernir cuándo es oportuna una u otra intervención. Algunos han armado el estereotipo del analista siempre silente. Yo me permito decir que nos sostenemos ante nuestros pacientes no sólo por nuestros sonidos y silencios, sino por la exactitud del momento en el que elegimos hablar o callar.
Por último, Rolón: ¿La vida es una herida absurda?
-A mí me causan gracia aquellos que sostienen que el tango siempre habla de la vieja, la esquina y los amigos. Permítame regalarle una o dos frases más: ¿Quién se robó mi niñez? o ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?" Maravillosas, ¿no cree? Fíjese en la que usted cita, por ejemplo, y va a descubrir que si hay algo conmovedor en la poesía del tango son estas preguntas filosóficas: ¿existe Dios? ¿Qué pasa con lo perdido? ¿Tiene la vida algún sentido? Como todo mortal, desconozco las respuestas. Allí está la religión queriendo dar un sentido posible a lo que no encuentra palabras. Si quiero ser sincero debo responder que, filosóficamente, creo que sí, la vida es una herida absurda. Pero, como analista, creo que el desafío consiste en que a partir del deseo único e irrepetible que nos habita encontremos un sentido que justifique una vida que, en general, no tiene demasiada importancia.

Producción: Yamila Schmies
diario La Nación

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