martes, febrero 22

Un cine en buen estado

Finalmente se reglamentó la ley que crea la Cinemateca y el Archivo de la Imagen Nacional, que iniciará una labor pendiente: la preservación y la difusión del acervo fílmico argentino.

Sabés a qué temperatura y humedad tenés que guardar tus películas? ¿Sabés qué se guarda en una cinemateca, además del fílmico? Lo preguntás, pero la mayoría no lo sabe”, grafica Hernán Gaffet, pensando en una realidad que afrontan ellos, los realizadores y productores en el campo cinematográfico argentino: esas opciones y posibilidades técnicas que no todos conocen expresan el brumoso estado del patrimonio cinematográfico argentino (los negativos) hace décadas. Y la urgencia por relevar lo que existe, y preservarlo, ha de ser el puntapié de los cambios que avizora Gaffet, delegado organizador de la inédita Cinemateca y el Archivo de la Imagen Nacional (Cinain), el organismo creado para iniciar políticas de preservación del celuloide y generar conciencia fílmica: el patrimonio cinematográfico es huella y ventana a la memoria futura de la sociedad.
Una cinemateca es el puente para organizarla y darla a conocer: la Cinain, organismo autárquico en la órbita de la Secretaría de Cultura, no sólo deberá guardar “las películas, es decir los rollos, sino todos los materiales necesarios para entender el fenómeno cinematográfico”, repasa Gaffet. Se refiere a los afiches, fotografías, material publicitario, el guión original, etc. “Ocurre que en términos de preservación, todo sirve: las pruebas de casting, los afiches, las críticas. Todo aporta para comprender la historia de una película”, completa. La falta de conciencia sobre la necesidad de guardar esos materiales anexos no es sólo desidia particular: nunca existió una cinemateca impulsada por el Estado nacional para generar políticas de preservación del patrimonio fílmico y por eso ya se perdió el 90 por ciento de los originales del cine mudo y el 50 por ciento del sonoro.”
Como en el cine, el tiempo fija secuencias en cámara lenta: la Ley 25.119, de creación de la Cinain, cuyos autores fueron los cineastas Pino Solanas y Julio Raffo, se aprobó en 1999, pero recién el 30 de agosto de 2010 la reglamentó la presidenta Cristina Fernández. Entremedio hubo retrasos, lobbys, discusiones y reclamos de la comunidad del cine ante el borrascoso panorama de la degradación del fílmico y la falta de censos sobre lo existente. La Argentina posee una de las mayores producciones audiovisuales de Latinoamérica, pero recién con la Cinain (las autoridades serían nombradas en marzo) será posible una política de protección y difusión del acervo audiovisual.
“De este tema no se quería ocupar nadie”, contempla Fernando Martín Peña, investigador, crítico y ex presidente de la Asociación para el Apoyo al Patrimonio Audiovisual y la Cinemateca Nacional (Aprocinain), desde donde pelearon la reglamentación de la ley para el rescate de la memoria fílmica, hasta hoy a cargo de coleccionistas privados. Una vez que la Cinemateca inicie funciones, el productor o distribuidor de cada película que se estrene en el país deberá entregar una copia final y un negativo (en las producciones locales) para su resguardo en condiciones ambientales óptimas. “Así como el Estado tiene un rol en la promoción del cine, también lo debe tener en la preservación”, cree Jorge Coscia, secretario de Cultura de la Nación.
Y no dejan de sonar suspicaces ciertos argumentos adversos: que el Estado no debería apropiarse de un material privado. Gaffet responde: “Toda película que se exhibe comercialmente pasa a formar parte de nuestro bagaje cultural y, por lo tanto, de nuestro patrimonio fílmico”. La misma ley dice “que las películas son patrimonio cultural de los argentinos, pero la propiedad sigue siendo de quien las realizó. Se las declara de interés público para guardar copias”, dice Julio Raffo, hoy legislador porteño por Proyecto Sur. “La ley de la Cinain declara a los filmes como bienes culturales, no se los puede destruir. Además de resguardarlos, va darle acceso al público a través de la Mediateca y de las proyecciones en su sala”, completa Gaffet.

EL QUE GUARDA, ENCUENTRA
“De nada sirve preservar sin difundir”, sabe Peña, y basta desandar los 11 años que tardó la reglamentación. Y agrega: “Si la industria del cine tuviera conciencia preservacionista hubiese presionado ante los directivos del Incaa y los secretarios de Cultura”. En su momento, se logró frenar el veto de Carlos Menem y la ley fue sancionada en septiembre de 1999. De ahí hasta el año pasado, sin novedades. “Sí, hubo descuido: falta de comprensión de las autoridades de entonces”, asume la titular del Incaa, Liliana Mazure. “A pesar de los reclamos de Aprocinain, entre otros, la dilación ilustra el desinterés por conservar este patrimonio”, dice Alfredo Scaglia, presidente del Cine Club Rosario y a cargo de la Regional Centro de la Federación Argentina de Cine Clubes.
Coscia ve otras razones: “La ley del 99 buscaba quitarle un pedazo del Incaa al menemismo, pero lograda la autarquía del instituto, la ley ya no tenía mucho sentido porque implicaba su mutilación. Y aquí estuvo el nudo gordiano del proyecto, que se resolvió mediante acuerdos”. Para Raffo, en la demora pesó “la mezquindad de los funcionarios por resignar presupuesto. Desde Mahárbiz en adelante, salvo Liliana Mazure, todos hicieron esfuerzos pequeños”. El presupuesto, ahora, es el factor clave. El primer año, la Cinain contará con el 10 por ciento del presupuesto del Incaa para adquirir la sala; desde el segundo año tendrán el 6 por ciento. “Para lo que nos planteamos inicialmente es maravilloso. Venimos de la nada.” Aunque “siempre nos va a parecer poco el presupuesto: es mucho lo que hay que salvar”, dicen todos.
De entrada, la Cinain va a contar con el archivo del Incaa, el del Fondo Nacional de las Artes y las 150 películas que rescató Aprocinain; el Archivo General de la Nación ya expresó que le interesaría sumar sus filmes. Y habrá también convenios con particulares o empresas para que guarden sus materiales adecuadamente, y se les va a dar difusión en la medida que lo autoricen. Incluso se contempla una instancia de desarrollo con fondos del exterior, Ibermedia, la Unesco, el BID, el Banco Mundial, para proyectos de restauración. “La ventana está abierta, el 29 de marzo vamos a presentar la Cinain en la Feria de Cine de Guadalajara, es el primer paso para cerrar acuerdos con otras cinematecas”, dice Mazure.
“El cine argentino estaba en un embudo hasta ahora –afirma Coscia–, estamos cerrando un ciclo integral de la participación del Estado en el fomento audiovisual. En los últimos siete años, con la autarquía del Incaa y el fomento; ahora, con la Ley de Medios, el Instituto de Cine va a ir consolidando la difusión electrónica y televisiva.” La otra pata es conservar lo patrimonial, una tarea que sobrepasa a los intereses de los privados porque le corresponde al Estado, pero sin perder de vista el foco: “La Cinain –dice Peña– deberá lograr un patrimonio abierto a la comunidad, con una mayor inserción en la vida social”. Y la directora del Museo del Cine porteño, Paula Félix-Didier, proyecta: “Queremos encontrar en la Cinain un espacio de discusión y capacitación: se podría brindar apoyo y promoción de archivos locales”. ¿En qué confía, Gaffet, además de que el Incaa y la Cinain puedan contar con un nuevo edificio común y que, ya para marzo, se conforme el consejo asesor de la Cinemateca para seleccionar por concurso a sus autoridades? “Quizá nos peguen muchos palos, pero prefiero poner la cabeza: por primera vez el Estado está asumiendo, en el cine, roles que no debería haber delegado. Cada vez que me preguntan si solamente el Estado tiene que participar, respondo con la frase que me dijo un gestor cultural alemán, acerca de los grados de participación estatal y privada: ‘El menor Estado posible, pero todo el que sea necesario’.”

Patricio Féminis

revista, Caras y Caretas

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