Por Rodolfo Olivera
Tema viejo el de los recursos naturales; ancestral, permanente. Lo que va cambiando no es su importancia, sino cuáles se consideran como tales según los tiempos y su valoración económica. También según lo que el mundo está dispuesto a hacer para apropiarse de esos recursos. Muchos son conocidos y agotan espacio en las bibliotecas; otros, no tanto. Son “los raros”, para los desprevenidos.
Los recursos agropecuarios son y han sido base ineludible de la vida del hombre desde sus inicios de carroñero, recolector o agricultor y pastor. Cambió la tecnología, cambió la calidad de la tierra, cambió el sistema de regado, cambió el nivel de productividad; incluso cambiaron ciertos gustos y preferencias. Pero no cambió el eje de producción de granos (maíz, trigo, arroz, soja y cebada, todas a la cabeza histórica) y de ganado o animales de granja.
La minería ha tenido sus idas y vueltas históricas, desde el oro y la plata soñada por conquistadores o las piedras preciosas que provenían de Oriente, a los diamantes africanos, el hierro polaco o el cobre chileno, con una amplia gama en el medio. Y así, sucesivamente, se fueron desarrollando a caballo de la necesidad tecnológica otros recursos antes desconocidos que se transformaron en vedettes de la producción. El ritmo de la ciencia siempre escribe nuevas páginas y permite categorizar como recursos a elementos y productos de la tierra que antes pasaban desapercibidos. Hoy en día, también existen muchos que acreditan historia y otros que, aunque fueran conocidos, no habían alcanzado la dimensión de uso actual que lleva hasta la disputa más violenta por su control y aprovechamiento.
Ahí lo tiene usted al potasio, seguramente reconocible entre los que alguna vez mencionaron los maestros. Pero quizás no sea tan conocido hoy el hecho de que su precio aumentó sensiblemente en el mercado (alrededor de U$s 900, o 600 euros la tonelada), por haberse hecho indispensable para la producción de fertilizantes y por no ser abundante en plaza. Canadá en América, Alemania y Bielorrusia en Europa, y los rusos en su doble condición eurásica, son los privilegiados en este producto que llevó las acciones de la Potash Corp (canadiense) de 85 a 235 dólares en la bolsa; y al gobierno de la provincia de Saskatchewan a iniciar una campaña de extracción de las minas recién descubiertas de este mineral.
Del otro lado del mundo, Rusia llegó a ganar casi 2.500 millones de dólares en la venta del segundo mayor yacimiento del mundo. Otro que aparecía en los cuadernos al menos de los chicos (no tanto de los dinosaurios como el que suscribe) es el titanio, que empieza a producirse a escala industrial recién a mitad del siglo XX, aplicado en la actividad aeroespacial. Hoy en día se calcula que un avión Airbus 380 necesita 77 toneladas de titanio; y que un Boeing 787 precisa no menos de 90 toneladas utilizadas en el fuselaje, el tren de aterrizaje y las turbinas
Ultraliviano como es, resulta de especial utilidad en la industria militar de los EEUU; pero eso no le impide también ser aprovechado para raquetas de tesis, montura de anteojos y hasta bicicletas. Tienen reservas (nuevamente) Canadá, lo mismo que Chile, Australia y Sudáfrica. Aunque se han descubierto yacimientos importantes en el África Subsahariana (Kenya, Mozambique, Sierra Leona), lo que es antesala de nuevos conflictos, como ocurre con el colombio-tantalio (coltan, ver archivo).
El titanio suele usarse en aleación con otro de “los raros”, el vanadio, que además se emplea en la industria química, en la producción de cerámicas y como colorante. Es blando, dúctil, resistente al calor y a los ácidos (clorhídrico y sulfídrico, muy corrosivos). Y últimamente se descubrieron importantes consecuencias para la salud si el consumo es alto, porque está presente en soja, trigo, olivas, manzanas, huevos, mejillones y cangrejos (daño cardíaco, bronquitis e irritación de la piel). No obstante, su lugar indispensable en la industria lo hace un referente muy buscado.
Hagámosle un lugarcito en la bibliografía al manganeso, elemento muy común en la Tierra, el duodécimo en cantidad pero el cuarto entre los más requeridos por ser vital para la fabricación de aceros. El crecimiento exponencial de China obligó a multiplicar la extracción y la búsqueda de nuevas fuentes por quedar escasas las casi 30 millones de toneladas/año de uso. Australia y Brasil son buena referencia. Y vuelve a tallar África al Sur (Sudáfrica y Gabón) como fuente de recursos de este producto con el que nos chocamos todos los días sin saberlo: se usa en construcción, en latas de bebidas no alcohólicas, en baterías y en un sinfín de aleaciones.
Si se trata de producción de súper aleaciones y de alcanzar una calidad de acero de alto rendimiento, no hay ninguno que se compare con el cromo, al que suele llamárselo “el talón de Aquiles de la metalurgia”. No se sorprenda si volvemos a mencionar a Sudáfrica como principal productor mundial, acaparando casi la mitad de todo lo que hay en el mundo. India y Kazajstán vienen siguiéndola a distancia.
Otra estrella del nuevo firmamento de los minerales raros más buscados, cuyo precio se multiplicó en los últimos años, ha sido el grafito, una de las formas en las que se presenta el carbono, quizás de las más extrañas para los no entendidos, porque “es y no es” un metal, presentando rasgos de ambas categorías. Lo cierto es que su condición de gran conductor de electricidad y calor lo hace indispensable en centrales nucleares, en lubricantes de avión y también en la fabricación de palos de golf. China y México se llevan las palmas como productores y beneficiarios del recurso
Cuando Neil Armstrong paseaba por la Luna, miró hacia la Tierra y notó un espejito que brillaba. Era el Salar de Uyuni, en Bolivia, visible desde el satélite, que despertó un alud de interés por el lago de sal rebosante de litio, casi la mitad de las reservas mundiales. Esencial para la fabricación de baterías para autos eléctricos, Francia ofreció enormes inversiones; lo mismo Nissan (japonesa) y la General Motors (EEUU). Divergencias internas retrasan la aceptación boliviana; para alegría de Chile que, siguiendo la línea, lo encontró en Atacama, a la que está convirtiendo en una meca que puede superar al cobre.
En ese mismo mercado civil de los automóviles (de lujo), y en el de la fabricación militar de fibra óptica para visión nocturna y detectores de infrarrojos, así como en la producción científica de paneles solares, hizo su aparición muy reciente uno que es de los menos conocidos, el germanio, descubierto en las minas de germanita de Tsumeb, ¡África de nuevo! Su demanda creciente está dispuesta a precio de oro. Por el momento, lo comercializan China, y algo Canadá. Se sospecha de yacimientos importantes en el Congo, Rusia, Finlandia y sí, por fin, en Argentina. ¿Habrá quien se ocupe de éste recurso, o lo ignoraremos como a la olivina (piedra semipreciosa, símil esmeralda) oreándose aburrida al sol en los caminos desiertos de la Patagonia más austral?
En fin. ¿Vió?, no sólo de diamantes y soja vive el hombre. Hay otras oportunidades. Lo que a nosotros a veces nos falta son las ganas de aprovecharlas.
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