lunes, julio 26

Slavoj Žižek: Sobre la violencia

Slavoj Žižek: Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Antonio José Antón Fernández (tr.) Barcelona: Paidós, 2009.

Me ha ocurrido algo inesperado con este libro. Sin haberme dado cuenta, esta es la segunda vez que lo compro, lo leo y le hago una reseña. La segunda lectura ha sido tan interesante o más que la primera, así que no tengo más remedio que recomendarlo vivamente.

Como si de una pieza musical se tratase, Žižek articula esta obra en seis movimientos que giran todos en torno a un leit-motiv común: "desde el rechazo de la falsa antiviolencia a la aprobación de la violencia emancipatoria".

El Žižek de siempre, deslabazado y confuso el conjunto, revelador e incisivo en los detalles. Veamos algunas de sus sentencias y flechas:

Cediendo a un chantaje del superyó de dimensiones gigantescas, los países desarrollados «ayudan» a los subdesarrollados con aportaciones humanitarias, créditos y demás, y de este modo evitan la cuestión clave, es decir, su complicidad y corresponsabilidad en la miserable situación de aquéllos. (p. 34)


La actual tolerancia liberal... el «otro» está bien, pero sólo mientras su presencia no sea invasiva, mientras ese otro no sea realmente «otro»... (p. 57)


El problema de los fundamentalistas no es que los consideremos inferiores a nosotros, sino más bien que secretamente ellos mismos se consideran inferiores. Por eso nuestra condescendiente y políticamente correcta aseveración de que no sentimos superioridad respecto de ellos sólo los pone más furiosos y alimenta su resentimiento. (p. 107)


El problema del deseo humano es que, como dijo Lacan, siempre es «deseo del otro» en todos los sentidos del término: deseo por el otro, deseo de ser deseado por el otro, y especialmente deseo de lo que el otro desea. (p. 109)


[Inmigración] Está cada vez más claro que la solución no es «derruir los muros y dejar entrar a todos», que es la exigencia fácil y vacua de los bondadosos liberales progresistas «radicales». La única solución auténtica es derruir el auténtico muro, no el del Departamento de Inmigración, sino el socioeconómico: cambiar la sociedad de modo que la gente no intente escapar desesperadamente de su propio mundo. (p. 127)


Tenemos que ser despiadados con respecto al islam, al cristianismo y hasta con el marxismo. (p. 141)


... ¿cuál podría ser hoy en día el acto verdaderamente radical en términos ético-políticos en Oriente Próximo? Para israelíes y árabes, sería la renuncia (política) al control de Jerusalén, esto es, aprobar la transformación de la ciudad vieja de en un enclave extraestatal de culto religioso controlado (temporalmente) por alguna fuerza neutral internacional (p. 153)


la universalidad del capitalismo reside en el hecho de que el capitalismo no es el nombre de una «civilización», de un mundo cultural-simbólico específico, sino que es el nombre de una máquina económico-simbólica neutral que opera con los valores asiáticos tan bien como con los demás. En este sentido, el triunfo europeo a lo largo y ancho del mundo es en realidad su derrota, su autocancelación. El cordón umbilical del capitalismo con Europa ha sido cortado. (p. 187)


Por eso los desodorantes y jabones son hoy en día cruciales, pues hacen al prójimo mínimamente tolerable: estoy listo para amar a mis semejantes... siempre que no huelan demasiado mal. (p. 198)


[Pederastia] Por consiguiente, la respuesta a la renuencia de la Iglesia no debe ser sólo que nos enfrentamos a casos criminales y que, si la Iglesia no participa con rigor en su investigación, es cómplice de los mismos. La propia Iglesia como institución debe ser investigada en cuanto al modo en que crea de forma sistemática las condiciones para que se cometan tales delitos. (p. 200)


[Abu-Ghraib] Por último, hay un mensaje cínico definitivo en la aplicación del ritual de iniciación estadounidense a los prisioneros árabes: «¿Quieres ser uno de los nuestros? Muy bien, aquí tienes un aperitivo de nuestro auténtico modo de vida». (p. 206)


Recordemos el pánico que se desató en Río de Janeiro hace aproximadamente una década, cuando la turba descendió desde las favelas a la zona rica de la ciudad y comenzó a saquear e incendiar supermercados. Esto era efectivamente violencia divina. Eran como langostas bíblicas, el castigo divino por las acciones pecaminosas de los hombres. (p. 239)

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